XIII DOMINGO ORDINARIO. CICLO B | El poder de la fe

El evangelio de este domingo Mc 5, 21-43 nos narra dos milagros realizados por Jesús. Se trata de dos situaciones diferentes: uno es el milagro de la curación de una mujer que padecía una hemorragia y el otro es el milagro de la devolución con vida de la hija de Jairo. Los dos hechos prodigiosos tienen en común que lo que los hace posible es el poder de la fe. A la mujer Jesús le dice: Hija tu fe te ha salvado y a Jairo le dice: no temas, basta que tengas fe. Por lo tanto la fe es un elemento que provoca la actuación de Dios. En efecto, Jesús no hacía milagros cuando estaba ausente la fe.
Estos dos personajes diferentes en su condición nos enseñan qué significa tener fe.
Creer quiere decir ir más allá de nuestros horizontes humanos; es ir más allá de nuestra capacidad natural de comprender la realidad; se trata de ser partícipes de lo que Dios conoce, ser partícipes de realidades sobrenaturales; en último término se trata de ver las cosas como las ve Dios.


Creer significa estar conscientes y ciertos de que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Mc, 10,27) es estar consciente de que cualquier cosa es posible para el que tiene fe (Mc 9, 23). Jairo pide a Jesús aquello que a los ojos humanos es imposible: el regreso con vida de su hija muerta; la mujer por su parte le pide a Jesús, aquello que la ciencia de entonces no le había podido dar.
Ciertamente creer no es fácil, la fe también incluye algunas dificultades.
Una primera dificultad es inherente a la fe misma, La fe es como un claro oscuro. La fe es clara porque se funda sobre la Palabra de Dios; es oscura porque se requiere adhesión a verdades que superan nuestras capacidades de comprensión y que se aceptan por la autoridad de quienes nos las ha revelado.
Otra dificultad viene de nosotros mismos cuando tenemos miedo o vergüenza de manifestar la propia fe. A veces se piensa que manifestarse como una persona de fe, es adoptar una conducta infantil, o un comportamiento débil o disminución de la personalidad. Por el contrario, creer es un acto de honestidad y de humildad, de coraje y de elevación de la persona misma. Un ejemplo lo vemos en este jefe de la sinagoga que no obstante sus posición social, se postra humildemente delante de Jesús y le pide una cosa que humanamente era imposible. La fe lo impulsa a acercarse a Jesús, reconocerlo como el dueño de la vida y pedirle que le devuelva a su hija.
La tercera dificultad a superar en la fe, se encuentra en el mundo exterior, es decir en todas las interpretaciones y reacciones que uno puede encontrar a la hora de creer. De una parte muchas veces se encuentra todos aquellos que te invitan a doblar las manos, como lo que escuchaba Jairo: “no sirve de nada”, “tu hija está muerta”. Por otra parte está la invitación de Jesús: “no temas, basta que tengas fe”. Por lo tanto, no obstante las dificultades externas e internas, se necesita perseverar en la fe.
La fe es la condición para hacer que el poder de Dios esté de nuestra parte.

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