Yacía allí, congelado por el miedo más horrible,
incapaz de mover siquiera mi mano, pensando que
podía hacerlo, pero sin fuerza para desplazarla ni una
pulgada hasta que el horrible hechizo quedara roto.
F. Scott Fitzgerald
- Se me subió el muerto
Despertar bajo el denso manto de la noche, donde los sueños se desvanecen con trémulos susurros del pensamiento al haber regresado a la consciencia. La mirada se mueve, pero el cuerpo es un saco de huesos, una marioneta sin hilos que desobedece los mandatos de la mente. Las extremidades sienten el peso de las cobijas y se rebelan ante la orden del movimiento como las cuerdas vocales que guardan silencio ante la urgencia del grito. Ansiedad, miedo, angustia… una presión bestial sofoca el aliento. Segundos que se vuelven meses, minutos que se convierten en años. La ansiedad que se transforma en angustia: el miedo a morir sin resistencia. Temor de no ver de nuevo la luz del día. ¿Estado mental u obra maliciosa de un ente sobrenatural?
Rezar para que el alma no termine de salirse del cuerpo. Recordar aquellas interminables sesiones del catecismo, pero sin lograr evocar la palabra de Dios para encontrar la salvación. ¡Imposible! Padre María que estás… llena de gracia. ¡Por mi culpa! Creo en un solo Dios, santificado sea tu padre, hijo y espíritu santo. Amén. ¡Sin escape! Resignación ante la inminente muerte súbita. Los encabezados de los periódicos dirán: “Murió mientras dormía”. “Al menos no sufrió”, afirmarán los policías luego de leer el informe de la autopsia.
Sentir que la cama se hunde hace intentar, con mayor desesperación, mover el dedo del pie sin éxito. Dirigir la mirada hacia el vacío: ahí no hay alguien, al menos no que sea visible. Hacer el mismo intento con la mano. ¡Otro fallo! Sentir la invisibilidad sentada sobre la cama, explorar con su gelidez hasta que se atreve a reptar por la corporalidad aún descompuesta. Carne, un inútil pedazo de carne incapaz de esgrimir defensa alguna. La pesadilla de Henry Fuseli, el cuadro se vuelve una realidad. Tocamientos lascivos, estrangulamiento y… ¡se hace la luz!
La madrugada sigue aún en su punto más oscuro, pero se encienden las luces del cuarto. La cacería de un mosquito ha asustado incluso al visitante invisible. El índice logra moverse. Poco a poco vuelve en sí toda la mano, el brazo, la pierna y el resto del cuerpo. Unirse a la cacería de un insecto no parecería tan mala idea…
- Todo tiene una explicación científica
La parálisis del sueño es la afección que explica la mal llamada experiencia conocida como “se me subió el muerto”. Esta condición se asocia a malos hábitos de sueño, lo cual ya no representa una anomalía, sino al contrario, la normalidad para dormir. ¿Habrá alguien que duerma bien en el siglo XXI? La invención de la luz artificial ha traído a la vida una aceleración sin precedentes. Conectados desde que amanece hasta que está a punto de anochecer. ¿Descansar? Uno descansa hasta que se muere…
[¿Y si la pesadilla en realidad es la vida? ¿Y si la verdadera parálisis ocurre al estar despiertes ante la incapacidad de cambiar el rumbo de la existencia?]
Entre las causas que explican este tipo de parálisis se encuentra el estrés (enfermedad crónica y habitual que todes padecemos); no tener un horario regular para dormir (dependemos de qué tan bueno esté el contenido en las redes sociales); no dormir lo suficiente (culpa del insomnio ocasionado por la vida y sus embates) y dormir boca arriba. Otra causa es el famoso jet lag (al volar a países en diferentes zonas horarias), aunque no sería lo normal para todo el mundo.
El sueño y sus etapas. Las fases transitan mientras se apaga una parte de nuestro cerebro y se activa otra. La mente del ser humano podría ser vista como un iceberg. El cerebro se hunde en las profundidades del mar, en el inconsciente. El lugar donde Freud afirmaba que se encuentran nuestros deseos, miedos y pensamientos reprimidos. El único espacio donde podríamos afirmar que somos verdaderamente libres (predominaría el “ello”). No sólo se apaga el control remoto de la televisión, sino de nosotros mismos, de la conciencia. No hay deber ser, puro y simple deseo.
[Dejarse llevar en el profundo océano de lo irreal, de lo creado, de lo vivido. ¿Y si el hombre de arena sólo nos trajo sueños, pero por nuestro propio miedo despertamos paralizados ante la posibilidad de volverlos realidad?]
Navegando entre los ciclos MOR y no MOR, el movimiento rápido de ojos, del sueño ligero al sueño profundo. Despertar cuando el cambio entre estos dos estados sucede: ser incapaz de mover un músculo aun estando conscientes. El cerebro ha vuelto en sí, pero el cuerpo permanece en estado MOR: la parálisis. La angustia surge de ser consciente de la incapacidad de mover el cuerpo.
Según la división de salud de Harvard, la parálisis del sueño es una parasomnia que dura entre un par de segundos y algunos minutos. Cuando ocurre un episodio es común que existan alucinaciones que pueden causar miedo y ansiedad. La ciencia explica que incluso pueden sentirse intrusos (que percibiríamos como malignos, demoniacos), sensaciones de opresión en el pecho y hasta la percepción de volar fuera del cuerpo. Según el portal Sleep Education, alrededor del 8% de la población ha experimentado un episodio de parálisis del sueño en algún punto de su vida.
[Despertar, ¿pero a qué costo? ¿Y si mejor se encendiera el cuerpo y terminara por apagarse la mente para dar un respiro de la cotidianidad? Perder el control no debería de ser tan malo.]
- ¿Y si pasó a plena luz del día?
Tenía 16 años cuando falleció mi abuelita. El duelo más fuerte ya había pasado en el último mes. Estaba tranquila, me despedí. La había llorado, y aunque la extrañaba todos los días, me sentía en paz con lo que fuimos la una para la otra. Por fin había llegado el momento de depositar lo que fue su cuerpo en su nueva casa: la Parroquia de Nuestra Señora Aparecida del Brasil (quería que la visitáramos y que no quedara olvidada como el resto de mis ancestros en el cementerio).
No habría misa, pero era hora de aproximarnos a la pequeña ceremonia para depositar sus cenizas. Mamá y yo bajamos las escaleras y nos dirigimos hacia las criptas. Paso a paso, todo era normal hasta que no pude moverme… Un segundo más tarde no podía avanzar; era como si hubiera aparecido una pared invisible, un muro que no veía, pero que sí sentía. Además de ser incapaz de moverme, tampoco lograba hablar… y pronto comenzó una opresión en el pecho.
Luchaba por respirar, por gritar, por tener el control de mi cuerpo. Algo quería entrar en mí, lo sentía. Sólo lograba contemplar las figuras de los santos, más tenebrosas que celestiales. El penetrante olor a incienso obstaculizaba mis esfuerzos por llevar aire a mis pulmones. Más segundos de pánico, un mudo tic tac que parecía eterno. “¡No puedo respirar!” alcancé a decirle a mamá. La presión sobre el tórax aumentó. Pasar al área de las criptas me parecía una misión tan imposible como salvar mi propia vida.
Mamá intentó jalarme hacia atrás, pero no podía: mis pies estaban clavados al piso. Me asusté más. “¡No puedo moverme!” fue lo último que mis cuerdas vocales alcanzaron a esbozar antes de sentir un ardor todavía más fuerte en el torso. Incienso, perversidad en las figuras, una pared invisible, pero sólida e impenetrable… Estaba a punto de desfallecer cuando ella logró llevarme hacia atrás.
Un aliento de vida: recobrar la respiración. La presión fue disminuyendo poco a poco, y pude recuperar la movilidad en mis extremidades. Las lágrimas salieron, estaba muy asustada. Mamá me llevó hacia la entrada para que respirara aire fresco…
¿Una parálisis del sueño estando despierta? ¿Cómo explicaría la ciencia ese episodio? No hubo transición entre fases del sueño. Sentí como si algo o alguien quisiera entrar en mí. ¿Respuesta ante el estrés? ¿Intento de posesión demoniaca? ¿Mecanismo inconsciente por la tristeza? ¿Golpe de algún ente que me impedía el paso? Hasta la fecha no he tenido experiencia más rara que esa. Desde aquel día le temo más a las iglesias que a los cementerios… Lo inusual casi siempre me ha pasado a plena luz del día…
- Visitas nocturnas
Más de la mitad de los relatos paranormales de mis conocidos son sobre sus experiencias cuando se les ha “subido el muerto.” La incapacidad de movimiento, la dificultad para respirar y hasta el olvido de los rezos son los denominadores comunes en aquellas narraciones. Puede que este fenómeno sólo sea superado en México por el avistamiento o el recuerdo del clamor lleno de remordimiento de La Llorona.
Este fenómeno ha estado presente a través del tiempo. En la Edad Media se temía a las visitas nocturnas de demonios a través de sueños sexuales. Íncubos (demonios masculinos) y súcubos (demonios femeninos), quizá la más famosa sea la recién revalorada Lilith, nuevo estandarte del feminismo del siglo XXI. Depredadores de mujeres vírgenes o de varones vigorosos, estas entidades satisfacen sus deseos con sus víctimas humanas y hasta llegan a procrear. Inspiración que traspasó fronteras hasta llegar a la aterradora historia hecha libro y película: El bebé de Rosemary.
Japón también tiene una explicación para la parálisis del sueño. Se llama kanashibari (金縛り )y el pueblo asiático relaciona este fenómeno con la intervención de algún Yōkai (妖怪), un espíritu o demonio que ataca a la persona dormida. Este Yōkai es asociado con una fémina de edad avanzada, algo muy cercano a lo que se representa en El fantasma del espíritu de Seigen de Tsukioka Yoshitoshi.
En Brasil se teme a la visita de La Pisadeira (en esencia, significa “la que pisa”), también una mujer anciana con un cuerpo cadavérico que ríe a carcajadas con la boca abierta, enseñando unos dientes putrefactos. Después de cenar y cuando sus víctimas caen en un profundo sueño se posa encima de su vientre y tórax para asfixiarlas. Aunque la persona atacada por La Pisadeira logre despertarse, no podrá defenderse ante el ataque porque quedará inmovilizada. A veces, la entidad sólo necesita alimentarse del miedo, otras de la vida. Una moneda al aire…
El nombre y la presentación de la criatura varían alrededor del mundo. En Italia se habla de un sujeto similar llamado Pandafeche, y en Laos es el Dab Tsog. Aunque la ciencia ha resultado muy explicativa y coherente en cuanto al fenómeno, hay circunstancias en las que un buen descanso no es suficiente para contrarrestar sus efectos. Cuando la solución científica no basta, ¿qué se recomienda? En videos de YouTube, hilos en Twitter (X) o en comentarios en Facebook la gente cuenta que el remedio es claro: rezar antes de ir a dormir.
Cuando se pierde la lógica, no queda más que lanzarse al vacío con la confianza de ser detenidos por la fe en el último momento. En esos instantes de terror es cuando el ateo se vuelve creyente o cuando el creyente se vuelve ateo. Los rezos se olvidan cuando la mente es invadida por el miedo en su estado más puro… colgando en las manos de la divinidad.
- El efecto parálisis
Más que temor a que se me suba un muerto, tengo pavor de que se me suba un vivo y me deje paralizada. Delirios de persecución y desconfianza son elementos clave para (intentar) garantizar la seguridad en una urbe tan agitada como la Ciudad de México. Los vivos son tan vivos que a veces ni siquiera es necesaria la parálisis para perder el control del dinero y las redes sociales. Asaltantes, carteristas, extorsionadores, hackers…
¿Y si en realidad el cuerpo se paraliza de otras formas? Perder la movilidad de la mitad del cuerpo con un cosquilleo. O movimientos involuntarios traducidos en violentas convulsiones. La pérdida de la respiración puede ser erradicada con un inhalador o respirador. Paralizarse por beber alcohol u otras sustancias parece la opción más divertida.
Lo raro para alguien que puede moverse es la parálisis. Raro, que va más allá de lo ordinario. Raro, lo inexplicable. Raro, lo que no puede entenderse. Raro, aquello que es ilógico. Raro, peculiar, insólito e infrecuente. Lo raro es todo aquello que no forma parte de lo habitual, de lo cotidiano. Weird, rare,酷儿…
Se podría decir que no a todes “se nos sube el muerto” todos los días. Es un fenómeno raro, y aunque tiene una explicación lógica, la belleza de lo inaudito es explorar el misticismo carente de todo sentido. La parálisis es rara. Más raro aún fue enfrentarme a una parálisis estando despierta y a plena luz del día… Si Dios no estaba en su casa, ¿a dónde fue? Estancada, inmóvil, paralizada, detenida, ¿libre?
Artículo de Hannah Manjarrez.