XVIII DOMINGO ORDINARIO. CICLO B

El alimento que da la vida eterna

El evangelio de este domingo Jn 6, 24-35 forma parte del así llamado discurso del Pan de la vida que Jesús ofrece en Cafarnaum, después de la multiplicación de los 5 panes y 2 peces, donde dio de comer a una gran multitud. En el texto que hoy escucharemos podemos destacar tres momentos:
LA EXHORTACIÓN DE JESÚS: Busquen, no el alimento que perece, sino el que dura para la vida eterna. Jesús se da cuenta de que la gente lo busca por que hace milagros, más aún porque les ha dado de comer, es decir les ha satisfecho una necesidad material. Esa multitud no ha sido capaz de descubrir lo que estos milagros representan, es decir las señales que se esconden detrás de ellos. Ellos se han quedado en lo superficial y en el signo exterior. Por ello buscan a Jesús porque les ha dado un poco de pan material. De ahí la amonestación de Jesús, BUSQUEN el alimento que ofrece la vida eterna. Este alimento que ofrece la vida eterna es Jesús. Esto prepara una revelación posterior donde Jesús dice EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TIENE LA VIDA ETERNA.


LA GENTE PIDE UNA SEÑAL. Los galileos medio entendieron la exhortación de Jesús, es decir que él se les está revelando como el enviado de Dios y como el Mesías. Pero en lugar de hacer una autocrítica y reconocer su ceguera espiritual y falta de comprensión del signo que acaba de hacer, la multiplicación de los panes y los peces, lo interrogan a él. Es decir, le piden otra señal, ¿qué signo vas a hacer para que te podamos creer? Según ellos, la señal debe ser una como la que Dios les dio a sus padres en el desierto, la del maná. Para que ellos crean, deben ver algo parecido. En pocas palabras, no les bastó la señal de la multiplicación de los panes y los peces, exigen otro signo. Esta actitud de los Galileos nos enseña algo importante, para que aparezca la fe, no bastan las señales externas, lo que realmente cuenta es el espíritu con el cual se asume el signo. No es tanto lo externo lo fundamental, sino la actitud interior, el modo como recibimos los signos. Para el que tiene siempre pretextos, ninguna señal será suficiente, siempre tendrá excusas para justificarse.
LA GENTE PIDE PAN. Dice San Juan que una vez que Jesús empieza a presentarse como el verdadero pan del cielo, ellos dicen ¡Danos siempre de este pan! El pan que Dios ofrece a los seres humanos, no es un alimento que nutre el cuerpo, sino es un alimento que nutre el espíritu, y este pan es Jesús mismo. Por eso debemos alimentarnos siempre de él. Se necesita ir a él, creer en él para ser alimentados por él. El misterio de la encarnación hace que Jesús venga al hombre, la fe es lo que hace que el hombre vaya a Jesús.
Esta reflexión nos lleva a tres conclusiones:
BUSCAR EL PAN QUE DURA ETERNAMENTE, significa dar preferencia al alimento que nutre el espíritu, es decir su Santa Palabra, los sacramentos entre ellos la Eucaristía, la oración y la caridad. Esto es lo que nutre el espíritu, esto es lo que hace crecer el interior de una persona.
SEGUIR A CRISTO Y CREER EN ÉL, no en forma abstracta, sino concreta, esto significa, inspirarse en el evangelio para nuestra vida cotidiana, es decir seguir las enseñanzas y ejemplos de Cristo.
LA SEÑAL DE DIOS. Existe una costumbre muy arraigada entre nosotros que es la de pedir señales extraordinarias a Dios para creerle, olvidando que Dios ya nos ha dado un signo extraordinario de amor, la de entregarnos a Jesús su hijo, como el Pan de la vida.

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