Buscan acabar con las dos tradiciones que hicieron famosa a Ámsterdam en el mundo

  • El ayuntamiento de la urbe está decidido a poner fin al turismo de cannabis y al mismo tiempo planea una reconversión del Barrio Rojo para evitar las molestias que sufren trabajadoras sexuales

Más allá de sus atractivos culturales, en las últimas décadas Ámsterdam (Países Bajos) ha recibido muchos turistas atraídos por la actitud liberal de la ciudad en lo que se refiere a las drogas y a la prostitución. En 2019, 46 millones de personas visitaron el país y una parte importante de ellos lo hizo con el objetivo de disfrutar de sustancias recreativas, una tradición que se remonta a los años 70 cuando el Gobierno autorizó este tipo de establecimientos.
De los 570 que hay en el país, 166 (el 30%) se encuentran en Ámsterdam. Una situación que ha provocado que la reputación de la ciudad durante décadas sea la de un lugar para el acceso sin restricciones a las drogas y al sexo.
Algo que puede cambiar muy pronto porque el ayuntamiento de la urbe está decidido a poner fin al turismo de cannabis, al mismo tiempo que planea una reconversión del Barrio Rojo para evitar las molestias que sufren trabajadoras sexuales y vecinos. La ciudad acabaría así con dos de sus símbolos más reconocibles.
Antes del coronavirus, los famosos coffee shops de Ámsterdam atraían cada mes a más de un millón de personas. Una cifra que es incluso superior a la de los residentes permanentes en la ciudad (unos 800.000). Ahora la idea del ayuntamiento, una vez superada la pandemia y cuando se recupere el turismo, es que solo se permita la venta de productos de marihuana a ciudadanos holandeses o a personas que residan de manera permanente en los Países Bajos.
La medida tiene como objetivo acabar con este ‘turismo de drogas’ de bajo presupuesto y además reducir la influencia de las organizaciones criminales que se encuentran detrás del tráfico de drogas.
“Podemos ser una ciudad abierta, hospitalaria y tolerante, pero también una ciudad que dificulta la vida de los criminales y frena el turismo de masas”, ha justificado Femke Halsema, la alcaldesa de Ámsterdam.
Esta medida no sería nueva en Países Bajos, ya que ciudades como Maastricht o Den Bosch ya han prohibido a los turistas de los coffee shops de sus ciudades tras verse desbordadas por turistas provenientes de Alemania, Francia o Bélgica.


Pese a los intentos de los últimos años de Ámsterdam por promover otras actividades turísticas y culturales, lo cierto es que la demanda de cannabis ha seguido creciendo año tras año, llegando a convertirse en una molestia, especialmente para los vecinos del centro de la ciudad, empeorando la calidad de vida de los residentes.
Cabe recordar que una investigación encargada por el Gobierno local mostró que para el 57% de los visitantes extranjeros una visita a un coffee shop fue “un motivo muy importante” para su llegada.
Varios estudios además han mostrado que el turismo disminuiría drásticamente si se prohibiera la entrada de extranjeros a estas cafeterías. Un precio que la ciudad parece dispuesta a pagar con tal de poder remodelar el sector y dejar atrás los excesos del pasado. Así, los cálculos señalan que de los 166 coffee shops autorizados actualmente, con solo 68 se podría sostener la demanda local.
Pese a la legalidad de estos establecimientos, la producción y el suministro de cannabis es ilegal en el país. Solo se permite la posesión de menos de cinco gramos, que se asocia a la política de tolerancia impulsada desde 1976. Así, con un mercado más pequeño y controlado, las autoridades creen que será más eficaz la lucha contra la delincuencia organizada de drogas.

CAMBIOS EN EL BARRIO ROJO

Los cambios también van a llegar a otro de los símbolos de Ámsterdam. Tras muchos años de quejas de los vecinos y las trabajadoras sexuales por el turismo, el ayuntamiento va a afrontar una reforma sustancial del Barrio Rojo.
El efecto va a ser la desaparición de las prostitutas de los famosos escaparates. En su lugar, las autoridades planean abrir un enorme centro comercial erótico, que contará con varios pisos, prostitutas, salones de belleza y techos de vidrio.
Se ofrecerán los mismos servicios que hasta ahora en el Barrio Rojo, pero el espacio será cerrado: habrá habitaciones, restaurantes, peluquerías, cine y teatro erótico…
Una forma de limitar a esas “multitudes de turistas borrachos y ruidosos” que tanto han afectado a la reputación de Ámsterdam en las últimas décadas. Ahora la idea es dar la bienvenida a los turistas que lleguen a la ciudad por su riqueza, por su belleza y por sus instituciones culturales. Habrá que esperar al final de la pandemia para comprobar su efectividad.

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