Desechados como inmundicias

En últimas semanas, un horroroso fenómeno causó sorpresa por decir lo mejor. A pesar de su gravedad, parece quedar sólo en la nota policiaca y las investigaciones de trámite que no tendrán consecuencias mayores para quienes son hacedores de estos posibles delitos.
¿Qué debe pasar en la idiosincrasia de una sociedad para llegar a tales niveles? Nos hemos esforzado para ocultar una realidad lamentable, siniestra y oscura. Puebla de los Ángeles solo conoce entre sus sombras el momento preciso cuando una madre, quizá sus familiares o algún “hacedor” del trabajo, se alquiló por unos miles de pesos para realizar esa tétrica labor. Y esto, que parece haberse desatado, viene también por el uso de la violencia sin sentido aprobada por legisladores sin entrañas quienes, por mayoría, han decidido que hay derechos superiores que deben defenderse pasando por los de los más vulnerables.
Consternación, sí. Y muchas preguntas. Cuando en la calle, en basureros y baldíos, bolsas de plástico contienen fetos humanos a punto de nacer, no hay otra expresión sino la de tragedia de un país que se autoaniquila hasta las raíces
Y es que en la capital poblana, quizá coincidencia o de manera perversa, la lucha por la despenalización del aborto el 15 de agosto, ha suscitado un número preocupante de estos hallazgos. De acuerdo con reportes periodísticos, de 2018 a 2023, 33 fetos humanos fueron desechados en la calle en Puebla.
De acuerdo con las investigaciones, en 2019 se atendieron 17 incidentes, diez en la capital poblana, dos en Huejotzingo uno en Coronango, otro en Acatlán, Atlixco, Huauchinango y Tepeaca. De esos 17 casos, 12 fueron encontrados en la calle, el último el 23 de agosto de 2024 en el barrio de Santiago.
La relativización de la vida escala a niveles preocupantes, especialmente en los sectores más vulnerables. Carentes de adecuada información y apoyos, la liberalización de la sexualidad entre los jóvenes proyecta una emancipación demasiado precoz con consecuencias desastrosas. No sólo lo anterior, asistimos también a una desatada y condenable cadena de abusos sexuales contra niñas y adolescentes.
De acuerdo con datos otorgados desde el Senado de la República, “en el país cada año 5.4 millones de niñas, niños y adolescentes son víctimas de abuso sexual y, al menos, una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños han sido víctimas de agresiones de este tipo, antes de cumplir los 18 años”, todo sin que existan adecuadas y contundentes políticas públicas de prevención y efectivo castigo de los abusos contra niñas y adolescentes. No sólo implica un deleznable delito y trauma en las víctimas, alguien también paga las consecuencias, esos son los no nacidos que, producto de una violación, pueden ser abortados.
El pasado 10 de octubre, en una misa por la paz en Basílica de Guadalupe, Cristóbal Ascencio García, obispo de Apatizingán, aseguró que “hay gobiernos que tienen prisa en asegurar la eliminación de los ciudadanos más inocentes y vulnerables, los no nacidos…” Efectivamente, mientras que cada vez más estados se arrodillan ante el aborto y se sobaja a la niñez, los no nacidos son desechados en las calles, peor que basura, como inmundicias, como sobras para perros y ratas.

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