Pepe Mujica, seductor del convencimiento

José Mujica, ex presidente de Uruguay de 2010 a 2015, ha sido definido como un artesano de la palabra y un político seductor, pero no desde la manipulación, sino desde el convencimiento.
Calificado como el presidente más pobre del mundo – durante su mandado se negó a vivir en la casa presidencial de Uruguay para seguir en su modesta chacra o granja rural y donaba el 90 por ciento de su sueldo -, Pepe Mujica no se asumía como tal:
“Dicen que yo soy un presidente pobre. No, yo no soy presidente pobre. Pobres son los que tienen más, a los que no les alcanza nada. Ésos son los que son pobres, porque se meten en una carrera infinita, entonces no les va a dar el tiempo, ni la vida ni nada. No, yo tomo la austeridad como camino de vida, el renunciamiento; liviano de equipaje para tener tiempo para hacer lo que a mí me gusta”, declaró a la BBC.
Su fortuna personal cuando asumió el cargo era un Volkswagen modelo 1987 valorado en 1800 dólares, unos 36 mil pesos mexicanos al tipo de cambio actual.
“Tan pronto como los políticos empiezan a subir la escalera”, señaló, “de repente se convierten en reyes. No sé cómo funciona, pero lo que sí sé es que las repúblicas vinieron al mundo para asegurarse de que nadie es más que nadie. Pareciera que es necesario un palacio, alfombra roja, un montón de gente detrás de ti diciendo: Sí, señor. Creo que todo eso es terrible”.
Uno de sus discursos más famosos lo pronunció ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en septiembre de 2013. Se trata de un compendio de filosofía política y de una crítica aguda en contra del capitalismo moderno que endiosa al mercado y al dinero.
“Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos el templo con el ‘dios mercado’. Él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida, y hasta nos financia en cuotas y tarjetas la apariencia de felicidad. Parecería que hemos nacido sólo para consumir y consumir, y cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión’”.


En esa ocasión, Pepe Mujica expuso sus ideas sobre el orden mundial dominado por las grandes potencias, renunciando explícitamente al intento de reformar este orden y admitió que sería iluso pensar en gobernar las fuerzas de la globalización económica que rigen el mundo moderno.
Mujica fue el ex guerrillero de los sesentas que llegó a Presidente, luego de pasar casi 15 años en la cárcel, de 1972 a 1985, – como Mandela en Sudáfrica – cuando fue liberado por la presión de las movilizaciones sociales que pusieron fin a la dictadura y marcaron la vuelta a la democracia en su país.
En 2013, The Economist declaró a Uruguay el país del año y calificó de admirables las dos reformas liberales más radicales tomadas por el Gobierno de José Mujica: el matrimonio gay y la legalización y regulación de la producción, la venta y el consumo de la marihuana.
“Si me tengo que definir, soy un terrón con patas. Yo soy lo que vivo y he vivido en la tierra, y vivo para la tierra. Todo hombre necesita un margen de felicidad personal, sea consciente o no. Siempre busco hacerme un rato para hacer aquello que me gusta; es la forma de definir la libertad humana. Mi libertad la concibo en las horas que trabajo en la tierra. Como tuve mucho tiempo en los años del calabozo, he intentado conocerme, y en eso estoy…”, declaró en una de sus tantas entrevistas desde su modesta granja.
Ese es Pepe Mujica, un símbolo para la izquierda latinoamericana contemporánea, por su honestidad, austeridad y su filosofía de vida; por su respeto a la diversidad y a la dignidad humana.

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