Los Políticos | Dirigencias al 2027

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La permanencia de Esteban Ramírez Zepeta al frente de Morena en Veracruz no es novedad… es una historia que ya estaba escrita desde hace rato, no desde este miércoles con la declaración de Luisa María Alcalde. La novela arrancó en 2024, cuando los resultados le dieron a Rocío Nahle una victoria histórica (con soundtrack de marcha triunfal) y de paso, arrastró una mayoría aplastante en el Congreso local. Vamos, el sueño húmedo de cualquier Gobernador… y de cualquier Presidente que no quiera estar negociando hasta el café de la mañana con la Oposición.
¿Que los resultados no fueron lo que muchos grillos esperaban en estas recientes elecciones? Que si Orizaba, que si Boca del Río, que si Alvarado… ¡Bah! Con el Gobierno del Estado en la bolsa y un Legislativo a modo, perder uno que otro municipio hasta da el airecito de democracia. Que no se diga que no hubo competencia.


Así que no, Zepeta no se mueve. ¿Para qué cambiar al que entregó las cuentas como se esperaba? Esto ya era un asunto cantado… con mariachi, norteño y hasta jaraneros.
Ahora, el detalle está en los demás partidos, menos en Movimiento Ciudadano, que apenas renovó dirigente; y el PVEM, que ahí la lleva, tranquilo, sin hacer olas, pero cobrando cuotas.
Antes de las elecciones, en el PT se hablaba de meterle tijera a Vicente Aguilar Aguilar y a Ramón Díaz Ávila. Pero los resultados les cambiaron el libreto: el “dúo dinámico” ahora hasta parece que brilla. Pero si insisten en la renovación, Vicente bien puede exigir voz, voto y hasta veto… mínimo para poner a un cuate de confianza.
El PAN… ¡ay, el PAN! Desde afuera, parece que necesita una transfusión de sangre azul, pero de la buena, no rebajada. No hay figura, no hay liderazgo, no hay milagros. La hazaña del 2016 quedó como anécdota de abuelita, y Federico Salomón Molina sigue siendo el dirigente más invisible del catálogo político. No se le escucha, no se le imagina ni para animar una reunión de comité… menos para llamar al Valhalla panista en tiempos de elección.


Pero el problema no es si se va o no Federico. El problema es quién demonios puede llenar ese vacío con más que buena voluntad y un chaleco azul. Hoy por hoy, los panistas aplican la de José Alfredo JIménez: “Los panistas callaron…”
En el PRI, el único que no se ha dormido en su curul es Héctor Yunes. Sí, ya peina canas (y es un decir porque el Just For Men, funciona), pero es el único que ha entendido que las redes sociales muerden, y desde donde esté, es oposición: como diputado, como priísta, como tuitero, como piedra en el zapato de Morena. El resto de la dirigencia priista sigue operando en modo analógico, creyendo que una rueda de prensa en el café es la cúspide del activismo político.
Y así, con este panorama, no sería raro que para el 2027 veamos en la contienda a Zepeta, a Vicente, Gary Herrera, Luis Carbonell, Fofo Ramírez (si la fregada no se lleva a Alito antes que a Adán Augusto)… y de Federico, pues…sinceramente dudo que llegue al 2027.