- Por siglos fue la Iglesia particular más influyente del continente americano…
- Hoy se reduce a un montón de ruinas en una deblacle que nadie puede negar
Durante siglos fue considerada la diócesis más grande e influyente no solo del continente americano. Quizás llegó a ser, en cuanto a habitantes, la más grande del mundo. Su peso histórico, político y pastoral era incuestionable. Sede del Primado de México y epicentro del catolicismo nacional, el caminar de la arquidiócesis de México revela un cambio de paradigma que invita a la reflexión: Ha pasado de ser la primera del país a ocupar el cuarto lugar en número de católicos bautizados.
Este desplazamiento no se debe únicamente a dinámicas demográficas naturales, también a transformaciones territoriales, eclesiales y estructurales que han cambiado profundamente la realidad de la Iglesia en la capital.
División territorial y el desfase estadístico
En noviembre de 2019, el papa Francisco decidió dividir el territorio de la arquidiócesis de México mediante la creación de tres nuevas diócesis sufragáneas: Iztapalapa, Xochimilco y Azcapotzalco. La arquidiócesis quedó reducida a 11 de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, principalmente en la zona central y poniente.
Los datos del Anuario Pontificio todavía le atribuyen una población católica cercana a los cinco millones; sin embargo,no han sido actualizados según esta nueva realidad por lo que presentan un desfase estadístico importante.
Por el contario, el Censo de Población y Vivienda 2020 proporciona datos más confiables: De los 9.2 millones de habitantes de la Ciudad de México, el 75.9 % se identifica como católico. Si aplicamos este porcentaje al territorio actual de la arquidiócesis -aproximadamente el 55 % de la población capitalina-, el número real de católicos atendidos hoy por la arquidiócesis de México es de alrededor de 3.84 millones, es decir, más de un millón menos de lo que indican las estadísticas vaticanas.
La caída en el ranking nacional
Con esta corrección, el nuevo ranking de diócesis por número de católicos queda así:
- Arquidiócesis de Guadalajara – 5.86 millones
- Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles – 5.66 millones
- Arquidiócesis de Monterrey – 4.19 millones
- Arquidiócesis de México – 3.84 millones (estimación real)
- Arquidiócesis de Toluca – 3.32 millones
Esto marca un cambio histórico: la arquidiócesis de México ha dejado de ser la más grande del país. Y este hecho no es solamente estadístico.
Crisis de dirección pastoral
A lo largo de los últimos siete años, la arquidiócesis padece, sufre y atraviesa una profunda parálisis pastoral. No se ha logrado consolidar un proyecto claro ni se ha publicado un plan pastoral arquidiocesano, algo básico y elemental para cualquier Iglesia particular. Se han desmantelado estructuras de gobierno y coordinación que funcionaron eficazmente por décadas —como el Colegio de Consultores, a los que ya no se consulta; el Senado Presbiteral que ha perdido capacidad de opinión; las vicarías territoriales, y las comisiones arquidiocesanas—, así como el desmantelamiento de la curia diocesana sin que se hayan establecido alternativas sólidas. En resumen, no se vive una dinámica sinodal que supondría no solo escuchar, sino atender las voces que advierten de la debacle de la arquidiócesis, no tomándola como una inconformidad de los rebeldes que añoran tiempos pasados, sino como una preocupación sana, legítima y eclesial.
El Seminario Conciliar de México, otrora uno de los más grandes e influyentes del país, ha experimentado una caída dramática en el número de vocaciones. El ingreso anual se ha reducido a una fracción de lo que fue durante décadas anteriores, con consecuencias ya visibles en la vida parroquial y en la proyección vocacional.
A ello se suma una situación económica poco transparente, sin rendición pública de cuentas, sin claridad sobre la administración de bienes ni sobre el futuro financiero de las obras diocesanas. Mientras tanto, la presencia de la arquidiócesis en la vida pública y en el debate social ha desaparecido casi por completo: Aquella voz profética y articuladora que en otros tiempos influyó en temas clave para el país hoy es prácticamente inaudible.
¿Y la dignidad primada?
Es cierto que la arquidiócesis de México conserva el título de sede primada del país, una dignidad honorífica vinculada a su historia. Pero ese título no sustituye el liderazgo real que se gana con el testimonio, la organización, la predicación y el servicio. Otras arquidiócesis —Guadalajara, Monterrey o Puebla— están liderando hoy en vocaciones, formación teológica, comunicación pastoral, presencia en redes y dinamismo misionero.
La realidad impone una pregunta pastoral de fondo: ¿Cómo puede una arquidiócesis ejercer su primado espiritual si ha perdido la iniciativa pastoral, la cohesión interna y la voz pública?
En conclusión, la arquidiócesis de México ya no es la más grande del país ni la más influyente.Su población católica ha sido sobrestimada por estadísticas desfasadas, y su liderazgo eclesial se ha erosionado en lo pastoral, vocacional, económico y comunicacional.
La situación exige una revisión profunda y honesta, con mirada autocrítica y voluntad de renovación. La Iglesia en la capital merece recuperar su misión con claridad, coherencia y presencia. Pero, para ello, debe reconstruirse desde la verdad, el servicio y el Evangelio. Solo así podrá volver a ser faro y guía, no por herencia, sino por fidelidad al tiempo que vivimos.