Cuando se habla de dominar un tema nos referimos a nuestra capacidad de conocerlo, de conceptualizarlo y verbalizarlo, lo que nos permite explicarlo y compartirlo con los demás.
No podemos explicar ni compartir aquello que no hemos sido capaces de comprender o conceptualizar. Por eso, como reza una de las frases por excelencia de Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.
Wittgenstein fue un filósofo y lógico que nació el 26 de abril de 1889, en Viena, Austria, en el seno de una de las familias más ricas del imperio Austrohúngaro, y falleció el 29 de abril de 1951 en Cambridge, Inglaterra.
El filósofo vienés es considerado uno de los pensadores más influyentes del siglo XX y su obra ha dejado un impacto significativo en la filosofía del lenguaje y la filosofía de la mente. Es conocido por su enfoque analítico y su insistencia en el uso preciso del lenguaje en el ámbito filosófico.
Sus investigaciones se centran especialmente en dos campos o ramas de la filosofía: la filosofía del lenguaje y la lógica o filosofía de la lógica. La primera es la rama de la filosofía centrada en estudiar el propio lenguaje, su naturaleza, implicaciones, relación con el pensamiento, etc.

Wittgenstein estudió en Cambridge, Inglaterra, y obtuvo también la nacionalidad inglesa, donde fue discípulo de Bertrand Rusell, uno de los filósofos más importantes de su época y cuya influencia en su obra fue determinante.
El gran filósofo austro-británico entendía la filosofía como un método de análisis conceptual y lingüístico, por lo que algunos lo consideran el fundador de la “filosofía analítica”, donde se evidenciaba su afán de conocimiento a través de las preguntas y el lenguaje.
Para el filósofo vienés, el lenguaje está formado por complejas proposiciones que debían ser analizadas y descompuestas en estructuras más simples. Consideraba que las palabras son herramientas que ejercen diferentes funciones dentro del lenguaje e incluso más allá de él. Uno de los conceptos que aportó fue el de “juego del lenguaje”.
Wittgenstein argumentó que el lenguaje no solo es una herramienta para comunicarnos, sino que también moldea nuestra forma de pensar y entender la realidad.
Refería que el lenguaje se utiliza en diferentes contextos y situaciones, y cada uno de ellos tiene sus propias reglas y normas. Estos juegos de lenguaje determinan el significado de las palabras y cómo se utilizan en diferentes contextos.
Propuso la noción de que el significado de una palabra es su uso en el lenguaje. Es decir, que el significado no se encuentra en la esencia de las palabras, sino en cómo se usan en la práctica. Para él, comprender el significado de una palabra implica entender su uso en diferentes contextos y situaciones.

El Tractatus logico-philosophicus, que finalizó entre 1918 y 1921 fue una de sus obras más importantes, donde se recogen algunas de las teorías más influyentes del “Círculo de Viena”, organismo científico y filosófico que se mantuvo entre 1921 y 1936, pero del que él no se consideraba integrante.
En el Tractatus, Wittgenstein argumentó que la lógica es la base del pensamiento y que la verdad consiste en la correspondencia entre las proposiciones y los hechos del mundo.
En el desarrollo de la filosofía del lenguaje, filósofo vienés realizó importantes contribuciones que revolucionaron el campo de estudio. Su enfoque se centró en la relación entre el lenguaje y el pensamiento, y cómo el uso del lenguaje influye en nuestra comprensión del mundo.
El legado de Wittgenstein en la filosofía del lenguaje es innegable. Sus ideas han transformado nuestra comprensión de cómo funciona el lenguaje y cómo influye en nuestra percepción y conocimiento del mundo.
Su trabajo ha influenciado a numerosos filósofos posteriores creando nuevas perspectivas sobre la semántica, o rama de la lingüística que estudia el significado, la pragmática y la propia teoría del significado.