SABERES Y SABORES | La urgencia del hombre virtuoso

Cierto día al pasar por el centro de la ciudad de Xalapa donde está el parque Juárez, bajando los escalones hacia la derecha. En la parte situada al sur del parque Juárez (la parte de atrás, hacia Allende), en el lugar que ocupaba la huerta del convento de San Francisco, fue construido lo que hoy se denomina Paseo del Ayuntamiento. En la parte central de este, pueden verse cuatro estatuas que representan a las virtudes cardinales: Fortaleza, Justicia, Prudencia y Templanza. Las tres primeras se colocaron en 1931, mientras que la última se fijó en 1979. (https://www.xalapaveracruz.mx/).
Unos padres con sus hijos se detuvieron frente a estas estatuas, a lo cual el hijo preguntó: ¿Qué significa ese caballo con ese hombre fuerte y musculoso, papá? A lo que el padre le contestó: Son las virtudes cardinales.
—¿Las virtudes cardinales?
— Esta es la virtud de la Templanza — dijo el padre. — La templanza es el pleno dominio de sí mismo que nos pone en condición de no dejarnos vencer por los placeres de los sentidos. Es decir, fíjate bien, ya viste al caballo, ese corcel que el hombre tiene sometido con su brazo fuerte, lo está domando para que aprenda a someterse, significa que el hombre virtuoso debe aprender a dominarse a sí mismo, aunque haya fuertes impulsos en su interior como ese caballo brioso, hay que aprender a domarlo.
Entusiasmados, los hijos insistían con las preguntas:
— Papá, papá y esa balanza ¿qué es, por qué la tiene una persona en la mano? — Miren hijos — contestó el padre —, esa balanza significa la justicia. La justicia es el firme propósito de dar a cada uno lo que le es debido, todos tenemos derechos y deberes, tenemos bienes posesiones y cosas, esto es dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Se tomaron de la mano y se fueron.
A lo que me quedé pensando. Las virtudes son el patrimonio moral del hombre. Ellas nos ayudan a comportarnos bien en toda circunstancia, es decir, a hacer bueno en el sentido más verdadero y completo. Ningún hombre nace bueno o malo, como nadie nace médico o artesano, pero de la naturaleza recibe la capacidad para llegar a serlo. Y el deber de ser virtuosos, es decir, buenos en el sentido auténtico, debe ser un empeño de todos porque todos deben buscar mejorar moralmente. No existe otra posibilidad: o se hace uno mejor o se hace peor. Esto significa que se adquieren las virtudes o nos abandonamos a los vicios.
Las virtudes nos llevan a la perfección, pues disponen toda nuestra vida, nuestras capacidades, nuestras potencias, nuestra personalidad entera, para estar en armonía con uno mismo, con los demás y con el creador. Son las acciones que nacen del corazón y están orientadas directamente a un buen proceder. Estas nos hacen crecer como personas.
Y se me vino a la mente aquella experiencia del corredor Keniano Abel Mutai,que estaba a solo unos metros de la línea de meta, pero se confundió con las señales y se detuvo, pensando que había terminado la carrera. El español, Iván Fernández, estaba justo detrás de él y, al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritarle al keniano que siguiera corriendo. Mutai no sabía español y no entendía.
Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Fernández empujó a Mutai hacía la victoria.
Un periodista le preguntó a Iván: “¿Por qué hiciste esto?” Iván respondió: “Mi sueño es que algún día podamos tener algún tipo de vida comunitaria en la que nos empujemos a nosotros mismos y también a otros a ganar”.
El reportero insistió “¿Pero por qué dejaste que ganara el keniano? Iván lo miró y respondió: “Cuál sería el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esta medalla? ¿Qué pensaría mi madre de ella?”
Las virtudes se desarrollan a lo largo de la vida y empiezan con un buen hábito que con la repetición del mismo llegan a convertirse en una gran virtud como bien lo explicaba con palabras sencillas aquel padre a sus hijos en “Las estatuas de las virtudes cardinales”, donde con tanto amor trasmitía el saber a sus hijos.
¿Qué valores se trasmiten, les enseñaremos a nuestros hijos y cuánto inspiras a otro a ganar? Contestó el corredor Fernández. La mayoría de nosotros aprovechamos las debilidades de las personas en lugar de ayudar a fortalecerlas.
Los valores son internos y representan aquello que sentimos con más fuerza y que orientan nuestra conducta, así los valores gobiernan nuestro proceder, pero las virtudes se encargan de ejercer siempre el bien, aunque en ocasiones sea en poca medida y poco a poco irán creciendo y desarrollándose.
Hoy en día urge hombres y mujeres virtuosos capaces de hacer el bien. Ser virtuoso es toda una obra que se aprende con el ejercicio de los hábitos buenos, con formación, y requiere de experiencia y tiempo para ejercitarse en ellos.
¡El hombre virtuoso es una persona verdaderamente libre!

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