Se dispara la cantidad de exorcismos en el mundo: el diablo anda suelto

Durante el pontificado del Papa Francisco, el ministerio de exorcista ha crecido en difusión, oficialidad y visibilidad. El Papa ha hablado a menudo del demonio y ha pedido que cada diócesis tenga al menos un exorcista designado.
Aunque hay muchas diócesis aún reacias (o el obispo no está por el tema, o no encuentran a la persona adecuada) se han multiplicado los nombramientos de exorcistas diocesanos. La prensa regional y local a menudo se hace eco. En Cataluña, por ejemplo, todas o casi todas las diócesis ya tienen su exorcista de referencia.
También se han multiplicado en otros países: el exorcista de Indianápolis, Vincent Lampert, comentaba que en 2005 conocía sólo una docena de exorcistas oficiales pero hoy considera que debe haber más de 175 en EEUU.
En 2019 se celebró el Primer Congreso Iberoamericano de Pastoral del Exorcismo, mostrando la necesidad de mayor coordinación a nivel hispano. Y el tema también saltaba cada verano (antes de la pandemia) cuando el Ateneo Regina Apostolorum de Roma organizaba su cursillo de una semana para exorcistas y ayudantes.
Recientemente en La Vanguardia ha escrito sobre ello, con buena pluma, Joaquín Luna, una de sus firmas de prestigio.

EL EXORCISTA RETIRADO DE BARCELONA

Luna empieza hablando con el padre Juan José Gallego, que fue el exorcista oficial de Barcelona de 2007 a 2019. Ya retirado de este ministerio por motivos de edad y salud, desde la residencia de los dominicos de Torrent (Valencia) habla de los 400 o 500 casos que atendió.
“El perfil de los poseídos suele ser el de personas psicológicamente débiles. No es fácil distinguir entre poseídos y enfermos, eso te lo acaba dando la experiencia”, explica el exorcista retirado.
“Un vecino de mi calle en Barcelona -yo vivía en el número 10 de la calle Bailén- me pidió ayuda porque su esposa hacía cosas raras como retorcerse por el suelo. Entendí que era un caso real de persona poseída. En un momento determinado del exorcismo, la rocíe con agua bendita… Empezó a dar grandes alaridos. ¿Qué te pasa?, le pregunté. ‘¡Me está echando agua hirviendo, me quema!’”, detalla Gallego.
Gallego explica que en los exorcismos “no he tenido miedo pero sí me he sentido amenazado. A veces estas personas dicen cosas íntimas o secretas que uno se pregunta cómo las saben o las han conseguido. Son espíritus puros, sin la condición del cuerpo. Algunas veces ganan, sí, y te lo dan a entender”, comenta

EL PÁRROCO DEL EXORCISMO OCASIONAL

El periodista consulta también con mosén Octavi, el párroco de San Gregorio Taumaturgo, una parroquia de zona acomodada en Barcelona. No es exorcista pero cuenta un ejemplo personal de cómo un párroco puede encontrarse con casos. En una peregrinación a Lourdes, uno de los peregrinos empezó a convulsionarse. No era epilepsia, asegura. Con la ayuda de otro sacerdote siguieron el rito del exorcismo.
Como novato en el tema, mosén Octavi comenta sus sentimientos. “Te provoca cierta angustia porque parece que todo puede ocurrir. Tampoco sabes cuándo va a acabar. Se me hizo muy largo y agotador. Lo curioso es que al día siguiente, la persona poseída apareció tan fresca y descansada. ‘Menuda noche nos has dado’, le dije. Él estaba confortado y yo agotado”, recuerda. No ha hecho más exorcismos, aunque matiza que una vez acudió a bendecir el piso de un feligrés porque allí se había producido un asesinato.

CADA VEZ HAY MÁS AFECTADOS, Y MÁS EXORCISMOS

Pedro Barrajón, sacerdote manchego afincado en Roma, gran impulsor del curso veraniego del Regina Apostolorum sobre exorcismos y liberación, asegura que “nunca ha habido tantos casos como ahora, precisamente cuando menos personas van a misa o contraen sacramentos. Yo lo atribuyo a un vacío espiritual”.
Otros exorcistas están de acuerdo: si cada vez hay menos gente bautizada, comulgando y confesando, y más gente introduciéndose en prácticas de brujería, adivinación, reiki y Nueva Era, invocando “fuerzas” o “bendiciones” de origen poco recomendable, ven normal que aumente el número de los que resultan tocados por la acción directo de demonios. Hay exorcistas que son también capellanes de prisión, y ven relación con el mundo de la droga, la violencia, el odio y la falta de perdón.
El párroco de Jerez de los Caballeros, que desde 2016 es el exorcista de la diócesis de Mérida (Extremadura), explicaba a la agencia Efe que el exorcismo “es algo muy actual porque el demonio hoy está más presente que nunca en el mundo, porque hay falta de fe”. Señala la magia negra y la adivinación como cauces del mal: “La gente piensa que son tonterías y no son tan tonterías, sino situaciones en las que uno puede recibir la posesión del demonio”.
La experiencia de Barrajón, tras muchos rituales, es que “el diablo en estas personas se manifiesta atacando, insultando. Recuerdo un caso en el que le pregunté en latín cuál era su nombre y me entendió. La mirada era la de otro ser. No es un rito tranquilo, no”.

EL PRIMER EXORCISMO DEL EXORCISTA DE VIC

El periodista de La Vanguardia consulta también a Joan Prat, de 40 años, que hace menos de 3 que es el exorcista oficial de la diócesis de Vic (además de párroco en Manresa y capellán de la prisión de Lledoners). En marzo, también lo entrevistó TV3.
Recuerda que la Iglesia evita el espectáculo y ofrece gratis este servicio. Eso contrasta con los curanderos o sanadores que a las personas desesperadas “llegan a prometerles cosas imposibles y cobran cifras considerables. Se mezclan muchas cosas”.
Mucha gente acude al exorcista ya muy dañada después de haber gastado dinero, nervios y sensatez en curanderos, brujos y timadores.
Joan Prat cuenta cómo fue su primer exorcismo. “Era una doctora. Emitía voces, reptaba. Me hice ayudar por otro sacerdote. Cuando empezamos con las plegarias empezó a moverse como una serpiente, escupía, gritaba, emitía chillidos guturales. Decía cosas intimidatorias”.
Joan Prat es párroco en Manresa, capellán de prisiones y exorcista de la diócesis de Vic
Fueron dos horas de ritual y recuerda que le impresionó la expresión de la mujer. Usaron el ritual en latín y en inglés, “un recurso habitual entre los exorcistas para evitar aquellas lenguas conocidas por la víctima”. Pasadas las dos horas, la doctora empezó a calmarse y a actuar con normalidad. “De repente ves que el diablo se ha ido”, observa el joven exorcista de Vic.
Prat comenta que en los espíritus diabólicos ha observado “una maldad burlona. Disfrutan ridiculizando y humillando a la persona”. Es desagradable, pero no ha llegado a tener miedo, añade.

EN EL CURSO VERANIEGO, 240 ASISTENTES

En 2019, el año anterior a la pandemia, acudieron al curso de exorcismos del Ateneo Regina Apostolorum, la universidad de los Legionarios de Cristo en Roma, unas 240 personas de 40 países. Muchos eran clérigos y sacerdotes, otros eran laicos ayudantes. Desde 2014 el Vaticano ha reconocido a la Asociación Internacional de Exorcistas, con más de 400 miembros. Poco a poco, aprenden unos de otros.
En 2019, La Vanguardia consultaba a uno de los sacerdotes catalanes que acudían al curso, Josep Serra Colomer, canónigo de la catedral de Barcelona y director de la residencia sacerdotal Sant Josep Oriol. Explicaba que en tres años había atendido a unas 300 personas al respecto. “Sus situaciones eran a menudo muy complejas y variadas. La Iglesia recomienda que antes de realizar un exorcismo se pida el asesoramiento de psicólogos y otros expertos”, puntualizaba

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