TEPETOTOTL | La escuela rural en México

Allá, al pie del cerro. Entre barrancos y montes descubiertos por los trabajadores del campo. En aquel lugar donde no ha llegado la luz eléctrica y el agua la toman sus habitantes desde los manantiales. Donde viven de manera dispersa solo unas cuantas familias. Ellos crían sus animales: gallinas, guajolotes, cochinos, cabras, entre otros. Allá siembran el maíz, el frijol, el pipián, la papa. En ese pueblo, si acaso hay unos 60 niños en edad de estudiar la educación primaria. Son ellos los que deben recibir un proceso de enseñanza-aprendizaje justo para su formación pedagógica y para que el día de mañana, sean unos excelentes ciudadanos al servicio del país.

Es la escuela rural un espacio adecuado donde las maestras, maestros e instructores realizan su práctica docente. Donde cada uno adquiere un conocimiento del contexto, de su papel en el aula y a la vez, ellos deben ser facilitadores de los saberes en los pequeños. La calidad en la educación no solo se da en las escuelas de las zonas urbanas, sino también se encuentran infinidad de testimonios en las escuelas primarias, secundarias y bachilleres en las zonas rurales e indígenas. En los espacios marginados y olvidados hallarás estudiantes con ganas de lograr salir adelante ante la adversidad.

Así como hay maestros comprometidos con la buena enseñanza de sus educandos, los hay desinteresados por sacar buenos resultados. Estos últimos imparten una pésima formación en la niñez y juventud, repercutiendo en el sistema educativo. Actualmente, en México se vive un proceso complicado para el sector educativo.

Es muy importante que los legisladores y gobernantes se enfoquen en autorizar mayor presupuesto para la educación, así como para la investigación educativa, la cultura, el arte y la ciencia. La nación es pluricultural y las autoridades esto lo deben considerar como una oportunidad para explorar las riquezas multiculturales y diversas con las que se cuenta por las etnias, por los pueblos de afromexicanos (afro descendientes), por los que viven en poblaciones rurales, municipios rurales, semiurbanos, urbanos e industrializados.

Regresemos a esa pequeña escuela, donde asisten solo tres maestros. Uno es director y a la vez atiende dos grupos, otro se encarga de dos grupos más de alumnos y el tercero también, para cubrir de Primero a Sexto Grado. A ellos se les pide reportes y entregas de avances, evaluaciones, exámenes que les van realizando a las niñas y los niños. Los maestros ven la forma de llegar hasta donde está la escuela y si es necesario caminar, lo hacen o buscan cómo justificar para cumplir con su labor.

Hace varias décadas, los maestros eran muy queridos en las comunidades y los recibían en alguna casa o les construían un cuarto dentro de la escuela. El pueblo se encargaba de alimentarlos y darle su pago. En otro momento, el municipio se hizo cargo de esta responsabilidad. En cierto tiempo el clero asumió el papel educativo, hasta que los estados y la federación se hicieron cargo de este gran compromiso para el país.

El papel de la maestra y el maestro, sea egresado de una normal, de una universidad o un instituto. Tenga la formación académica acorde a lo que desempeña o no, pero si tiene la convicción y la vocación de servicio, es digno de valorarse. Es tiempo de que reconozcamos el papel de cada uno de los docentes frente a grupo que se enfrentan a la realidad en sus regiones, en sus escuelas y en cada una de sus aulas. La escuela rural debe ser inspiración para quienes están como profesores y para quienes asistirán en algún momento como futuros educadores.

La escuela rural del Siglo XX no es la misma del Siglo XXI, pero su coincidencia reside en la gran riqueza que tienen cada uno de sus habitantes, así como en su niñez, juventud y adultos; y es ahí, donde debe impartirse una educación intercultural para todos, sin diferencias, con respeto y con sensibilidad más humana.

(*) Escritor veracruzano de un rincón del Totonacapan.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter @tepetototl

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