España está en semifinales de la Eurocopa y lo está, de nuevo, gracias a un cancerbero. Y nadie lo diría hace una semana, porque la selección atravesaba un desierto en su portería.
Hay que entenderlo: veníamos de una generación única de porteros, con torneos en los que teníamos a Iker Casillas como el mejor del mundo en su puesto, y alternativas de la talla de Víctor Valdés o Pepe Reina.
Eran años en los que se tocó techo, pero de repente llegaron unas vacas flacas que se agudizaron en el pasado mundial de Rusia, donde David De Gea perdió toda la confianza en sí mismo y también la de la afición, que no le perdonó su error garrafal frente a Portugal, en el primer partido del torneo, ni sus dudas posteriores, donde no mostró ninguna seguridad, ni tampoco eficacia en la tanda de penaltis contra Rusia en octavos de final, en la que no paró ninguno.
Llegó entonces Luis Enrique, y tomó una decisión importante para el devenir del equipo: quitar a De Gea, que tampoco ha tenido su mejor año (recordemos la final de la Europa League y esa tanda de penaltis como portero del Manchester United frente al Villarreal) y poner al frente a Unai Simón. Se llegó incluso a rumorear con la posibilidad de que Robert Sánchez, tercer portero, podría tener minutos.
Para más inri, llegaron los octavos de final de esta Eurocopa y ese fallo grosero de Unai Simón. Todos los fantasmas del último mundial apareecieron, y parecía que, tras Casillas, íbamos a tardar en encontrar portero. Parecía que faltaba un líder bajo los tres palos, una persona con carácter.
Estábamos equivocados. Unai Simón se redimió con varias paradas importantes, entre ellas una con 3-3 en la prórroga, que de no haberla materializado, podría habernos mandado a casa.
Pero, para redención, la de estos penaltis. Dos paradas en la tanda, ambas cuando España había fallado sendos lanzamientos de mano de Busquets y Rodri, nos dieron toda la vida del mundo. Y es ahí donde Iker Casillas se convirtió en protagonista. Se convirtió porque es tan legendario que semejante gesta recordó a sus hazañas en la portería de la selección.
Aquel penalti, por ejemplo, que le paró a Italia en la Eurocopa de 2008, en esa tanda que cambiaría nuestra historia para siempre. Ahí también íbamos por debajo en el marcador. Aquellos que les paró en el Mundial de Corea y Japón 2002 a Irlanda. Aquel penalti que le paró a Paraguay en cuartos del mundial de Sudáfrica. O aquel mano a mano que neutralizó en la final contra Holanda.
Todo ello apareció en la retina de los españoles, y el español se convirtió en trending topic tras el final de la prórroga, antes de las paradas de Unai Simón, antes del el pase de España a semifinales.
Había miedo, porque en la otra portería estaba Sommer, artífice de la victoria de Suiza frente a Francia en octavos, y héroe hasta entonces de los octavos, con todas las paradas que había hecho en los 30 minutos anteriores. No hizo falta: a Casillas se le recordó, pero no se le echó de menos, porque España vuelve a tener portero.
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