“Si alguno quiere ser el primero…”

El evangelio de este domingo comienza diciendo que: “Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera”. Eso llama la atención porque por donde quiera que fuera Jesús con sus discípulos era suficiente para ser notado en todas partes. Esto parece indicar más bien el sentido profundo y particular que este viaje tenía para Jesús. El evangelio mismo dice cuál es el motivo: “Porque iba enseñando a sus discípulos”.
Cuando Jesús hizo el primer anuncio de la pasión, el evangelio decía que: “Todo esto lo dijo con entera claridad”. Ahora en este segundo anuncio, el evangelio dice que: “Ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones”. La verdad es que las palabras las entendían, pero en el fondo las rechazaban porque no querían un Mesías que fuera crucificado, un Mesías que muriera, aunque luego pudiera resucitar.
Como a Jesús le interesa enseñar a sus discípulos, todo lo que acontece en el camino a Jerusalén, lo aprovecha para ello. Por esto, llegando a casa, pregunta: “¿De qué discutían por el camino?”. La pregunta de Jesús los dejó callados y no era para menos, pues Jesús acababa de anunciar su muerte y ellos: “Habían discutido sobre quién de ellos era el más importante”, como si Jesús fuera a llegar a tomar posesión de Jerusalén y necesitará un primer ministro. Esto prueba que llevaban intereses distintos a los de Jesús.
Pues bien, la enseñanza de Jesús es muy clara: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Por experiencia sabemos que todos queremos ser los primeros en todo. Sin embargo, el que sigue a Jesús no debe tener ambiciones de poder, sino actitudes de servicio y, para esto, se necesita dejar en segundo término los intereses materiales y personales y poner en primer lugar los intereses de Dios.
Para ejemplificar su enseñanza, Jesús tomó a un niño. El evangelio dice que: “Lo puso en medio de ellos y lo abrazó”. Podemos imaginarnos que fue una escena muy conmovedora. Hay que recordar que en tiempos de Cristo los niños no tenían derechos y, por otro lado, los niños siempre necesitan todo, por tanto, pertenecían a la categoría de los últimos, de los débiles. De manera que, con este gesto, Jesús enseña que lo importante no es saber quién es el primero, sino quienes son los primeros destinatarios de nuestra misión.
Las últimas palabras de Jesús van más al fondo de su enseñanza y del signo que ha realizado con el niño porque se identifica con él, con los débiles, por eso dice: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe”. Los niños son como un sacramento de Jesús, por eso es tan grave el abuso a los niños y por eso la Iglesia, defensora de los más débiles, con vergüenza y con dolor ha implementado la cero tolerancia para los ministros que cometan estos abusos y está luchando con medidas de prevención para que no se repitan.
Hermanos, los valores del mundo están al revés de los de los valores del evangelio. En el mundo, el que quiere ser importante busca subir escalones; según el evangelio hay que descender como el Hijo del hombre que, siendo de condición divina, se hizo humano y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz (cfr. Flp 2, 6-8). La grandeza del discípulo no está en tener poder, sino en hacerse el último y el servidor de todos. ¡Que así sea!

*Administrador Apostólico de Xalapa

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