‘You’, crónica de una serie perdiendo fuelle en el camino

En el momento que You aterrizó en Netflix con su primera temporada en diciembre de 2018 enseguida se coronó como uno de los placeres culpables más irresistibles de la plataforma.
La perversión de su personaje y su psicopatía obsesiva convirtieron a su protagonista en un villano cautivante.
Joe (Penn Badgley), ese librero de apariencia adorable pero obsesionado con el ideal del alma gemela, no es otro que un asesino peligroso capaz de acabar con la vida de quien se interponga entre él y su obsesión de turno.
Sin embargo, con el avance de las temporadas ese Joe siniestro se fue transformando en una figura en busca de empatía, forzando la conexión con el espectador a golpe de manipulación victimista.
Y la tercera temporada, estrenada el viernes 15 de octubre, evidencia lo mucho que You y Joe han ido perdiendo fuelle como un psicópata con el potencial de dejar más huella todavía.
La primera temporada dejaba clara la naturaleza de Joe y jugaba a la perfección con el síndrome de Estocolmo que producen los asesinos más enigmáticos del cine y las series (como Dexter o Hannibal Lecter, de quienes sabemos lo que son pero no podemos evitar sentir fascinación).
Su obsesión con Beck (Elizabeth Lail) fue una carta de presentación perfecta, abriendo las puertas a una serie con el potencial de elevar al personaje a la altura de otras figuras asesinas de las series, como el mismísimo Dexter.
La segunda temporada tenía las papeletas para mantener el listón, cambiando el escenario y colocando a Joe ante una nueva obsesión, Love (Victoria Pedretti), para darnos la sorpresa de que la chica era tan psicópata como él. Incluso más peligrosa por culpa de sus impulsos asesinos incontrolables.
Sin embargo, esa segunda temporada enfatizaba en exprimir la sátira social más que el thriller (dos ángulos que funcionaron a la perfección en la primera temporada cuando iban al unísono) y comenzaba a contradecir la imagen siniestra del principio. ¿Cómo? Humanizándolo al mostrarlo como un hombre capaz de formar amistad con un niño, ayudando al prójimo (su vecina) y deseando cambiar, solo para que sus impulsos volvieran a salir sin más remedio.
Sin embargo, en esa segunda temporada ya había indicios del camino que podría tomar la serie, victimizando algunas facetas de ese asesino de sangre fría como estrategia de manipulación para el enganche del espectador. Y eso, precisamente, le quita fuelle a una serie y personaje con tanto potencial. Y es con la tercera tanda de episodios que You confirma que ya no es la misma serie del principio.
La serie retoma la historia poco después del final de la segunda temporada, con Joe y Love huyendo del regadero de muertes que dejaron en Los Angeles, asentándose con su bebé en un barrio de ricos y parejas privilegiadas llamado Madre Linda. El lugar es prácticamente todo lo que Joe detesta, esforzándose por ser el padre y marido perfecto mientras sus instintos comienzan a buscar una nueva víctima. Sin embargo, la obsesión de Joe por su vecina hace estragos en su relación, despertando el instinto asesino de Love para de esta manera derivar en una buena dosis de humor negro: con la pareja convertida en una especie de Sr. y Sra. Smith manipulando sus crímenes en terapia para ganar puntos victimistas por encima del otro. Y esas escenes son, en líneas generales, de lo mejor de esta temporada.
Pero a lo largo de la nueva tanda de episodios, Love no tiene control ninguno. La obsesión de ella por recuperar su lugar como objeto de deseo de Joe y la de él con otras mujeres, deriva en asesinatos y muertes sin sentido ni necesidad, jugando con el riesgo de una manera que resulta ilógica. Joe, que siempre tuvo tanto cuidado con sus asesinatos, aquí se arriesga constantemente por cubrir las espaldas de Love. Para empezar, jamás utiliza guantes y se expone a matar o esconder cuerpos cuando la ciudad está llena de cámaras.
Es como si You recurriera a los asesinatos a la fuerza con la mera intención de mantener el tono thriller de la serie y hacer de Joe una víctima de sus obsesiones enfermizas (en este caso, ser un buen marido; o un amante protector de sus obsesiones); pero olvidando en el camino la conexión que el público debería tener con cada víctima para darle sentido o razón de ser (como en la primera temporada con la muerte de Peach, la amiga de Beck o Beck misma).


Y en su afán por innovar dando un giro al personaje sus creadores parecen haber optado por centrarse en el dramatismo cómico y el humor negro de la historia, enterrando en el camino lo mejor de la serie y el personaje: lo siniestro, lo oscuro, la obsesión y el ingenio de Joe (solo un momento en toda la tercera temporada se hace gala de ese ingenio, recién al final).
De todos modos, si hay algo que supieron acertar de lleno -y que debo destacar en mi análisis- es haber colocado a Love como co-protagonista, exprimiendo el tándem que forman Penn Badgley y Victoria Pedretti al extremo. Una especie de Sr. y Sra. Smith o Guerra de los Rose pero más psicópata todavía. Dos asesinos egoístas y ensimismados que se esconden en culpabilizar al otro y victimizarme para justificar sus actos.
En este aspecto, la serie logra que por momentos corra el aire. Son ellos, en definitiva, los que cargan con los momentos más efectivos de toda la trama. En cambio, si bien el resto de personajes tienen su peso y todos los vecinos cumplen su papel como el reflejo de la superficialidad más aborrecible, es por eso que, si mueren, no nos importa. En mi opinión, una manipulación más de la serie para potenciar el afán victismista de sus protagonistas sobre sus crímenes.
Es más, viendo la tercera temporada no pude evitar sentir la sensación de déjà vu con Dexter (no voy a desvelar spoilers pero la faceta de padre y el sacrificio de Joe es prácticamente idéntica). Hay muchos detalles similares en la historia, solo que el asesino de Michael C. Hall era más cuidadoso, con motivos propios para cometer sus asesinatos. Algunas muertes en la historia se antojan innecesarias y por momentos Joe pierde peso como protagonista a golpe de humanizarlo. Es decir, ser padre despierta en el personaje una necesidad de protección inmensa, derivando en recuerdos del pasado, sus traumas por ser abandonado y el bullying vivido de pequeño en un centro de menores.
De esta manera, la serie fuerza la humanización del personaje, dejando a un lado al asesino oscuro de la primera temporada -ese que corta cuerpos en pedazos- para convertirlo en un padrazo al que tenerle cariño, una víctima de la impulsividad asesina de su esposa, mientras se añaden nuevas obsesiones carentes de originalidad dramática (en esta ocasión, la química con sus dos obsesiones brilla por su ausencia).
Es como si la serie de repente estuviera glorificando al personaje, dándole una oportunidad una y otra vez al buscar la empatía del espectador por culpa de su pasado. Cuando, en realidad, You funcionaba mejor cuando Joe daba rienda suelta a su naturaleza sin buscar excusas ni motivaciones dramáticas. Donde su obsesión psicópata era la protagonista.
Es decir, aquellos que vieron la serie desde el principio recordarán que You nos presentó a un Joe tóxicamente adictivo, un símbolo de los peligros de la obsesión que resultaba irresistible. Pero ahora vemos a un protagonista lidiando con las emociones de la paternidad, buscando distracciones fuera de la rutina de esos primeros meses de pañales y, en su caso, de un amor que evidencia su desgaste al tratarse, en definitiva, de dos personas obsesivas. Lo vemos comprometiéndose con el matrimonio aunque eso suponga lidiar con los asesinatos impulsivos de Love, buscando su lugar en una nueva comunidad.
Y es como si la serie nos dijera que Joe es, en cierta manera, una versión de nosotros mismos, como si pudiéramos identificarnos con él de algún modo, pero olvidando que hay demasiasa sangre y violencia injustificada para que sea posible. Y a eso me refiero con la humanización forzada, manipulando con su faceta de padre y su sufrida infancia para reivindicarlo y así elevar a su esposa en el papel de la villana más psicópata de los dos. Y de esta manera, la serie y Joe pierden su fuelle.
Soy consciente de que muchos espectadores no comulgarán con mi percepción, la serie es adictiva y según el gusto de cada uno puede resultarles más o menos efectiva -e incluso la nueva temporada ha recibido buenas críticas por parte de muchos especialistas- pero viendo los nueve episodios no podía evitar sentir el luto por un personaje con un potential mayor en un principio. Es más, si no estaban Joe y Love en pantalla he llegado a aburrirme en varias ocasiones.
Reconozco que soy consciente del fervor que produce la serie porque yo misma lo he vivido. Me encanta el género y devoré cada una de sus tres temporadas en cuestión de un par de días cada una. Caí rendida a la sátira social y tono psicópata de su primera temporada, pero no pude evitar la decepción con las dos tandas siguientes. Varias subtramas se me antojaron largas e innecesarias, derivando en momentos que sobran, que no hacen falta y le quitan peso a la historia. Sin embargo, creo que hay esperanza.


Si bien la tercera temporada enfatiza en el humor negro que reside en la pareja protagonista y la sátira social -en la primera temporada con el análisis sociológico de la vulnerabilidad que convive en la exposición de las redes sociales y ahora con una parodia del privilegio de los ricos- se olvida de poner las mismas ganas en la dosis de thriller (que es más previsible). Algo que quizás (ojalá) cambie en la cuarta temporada.
Como espectadora, agradezco el intento de innovación y el esfuerzo por elevar el dramatismo entre sus protagonistas a través de la semilla de la desconfianza mutua, pero esta tercera temporada peca en la contradicción al humanizar a Joe a través de sus recuerdos de la infancia y su sacrificio como padre, pero sin remordimiento alguno por sus asesinatos.
Se pasa toda la temporada queriendo proteger su matrimonio pero sobre todo a su hijo, repitiendo hasta la saciedad que no quiere que viva lo que vivió él de pequeño: solo, abandonado, acosado por otros niños. Pero termina cometiendo un acto final que lo contradice por completo y que no hará más que dañar a su hijo para siempre si algún día conoce la verdad de sus padres.
Que You intente innovarse me parece perfecto. Que quiera jugar más con la comedia negra y la sátira social, también. Pero jugar con la manipulación dramática, buscando la simpatía a través de tocarnos el corazón con su infancia, sobraba. Me parece bien si lo utilizan para explicar el motivo de su psicopatía, como una obsesión por el amor que se ha ido de las manos por culpa del abandono; pero no cuando busca la simpatía del espectador mientras sigue cometiendo asesinatos.
Y solo para terminar dando pie a una trama de nueve capítulos que llega a un final donde todo ese esfuerzo pierde cualquier sentido. En resumen, porque Joe termina siguiendo sus instintos primarios pero después de pasar toda la temporada vendiendo una subtrama de víctima de su infancia y padre protector. Con su final la serie recupera al Joe que nos conquistó al inicio de la historia, pero con una temporada que contradice todo ese mensaje.
You ha sido renovada por una cuarta tanda, sumando la oportunidad de reconducirla y devolver a ese protagonista que tanto cautivó en la primera temporada. La buena noticia es que la historia lo permite, aún están a tiempo tras el final de la tercera temporada de optar por un giro que evite tanta humanización y sea más fiel a la naturaleza caprichosamente obsesiva y asesina de su personaje.

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