El evangelio de este domingo tiene claramente dos partes, pero con un tema común que es la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos. En la primera parte san Marcos recurre al género apocalíptico para llamar la atención sobre el juicio de Dios. En la segunda, con el ejemplo de la higuera se insiste en la atención que debemos tener a “los signos de los tiempos”.
La literatura apocalíptica se vale de signos cósmicos, como ropaje literario, de lo que realmente quiere anunciar. En ese sentido, un cataclismo cósmico, como el que aquí aparece, lo único que anuncia es el favorable juicio de Dios para sus elegidos. De hecho, la mención de que: “La luz del sol se apagará, no brillará la luna y caerán del cielo las estrellas” sirve para resaltar lo siguiente: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos”.
Llama la atención que los elegidos serán congregados: “Desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”, lo cual indica que se trata del último y único juicio, definitivo, universal y total que abarcará hasta el universo, como dice san Pablo en la Carta a los Romanos que la creación misma espera ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 21).
Por lo anterior, aunque en la segunda parte del evangelio no se menciona el Hijo del hombre, toda ella es consecuencia y conclusión de la primera. En ese sentido la enseñanza del ejemplo de la higuera es: “Cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”. Pero ¿cuáles cosas? ¿Acaso que se caigan del cielo las estrellas? No, no se trata de eso, sino de la venida, en cada una de las generaciones, del Hijo del hombre para congregar a sus elegidos.
En efecto, cuando Jesús dice: “No pasará esta generación sin que todo esto se cumpla”, es una palabra que tiene vigencia en todos los tiempos. En todas las décadas, generaciones o épocas el fin está cerca, “ya está a la puerta”. En este sentido es lógico, como dice al final este evangelio: “Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Y sin embargo siempre está cerca, siempre está a la puerta, pero sobre todo con una cercanía existencial espiritual.
Cuando Jesús dice: “Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse” es una verdad de fe, pues la Palabra de Dios es eterna y por ella fueron creados los cielos y la tierra y lo que tuvo principio también tendrá fin. Por otro lado, la insistencia de Jesús en que sus palabras “no dejaran de cumplirse” es un llamado de atención a la fidelidad y a la espera en el cumplimiento de su Palabra.
Hermanos, como el agricultor espera el verano, así nosotros debemos estar atentos a los signos de los tiempos, esperando la venida del Señor. Debemos decir como san Pablo: “Maran atha”, ven Señor Jesús (cfr. 1 Co 16, 22), o como nos enseñó el Señor: “Padre Nuestro… Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6, 9-10). ¡Que así sea!
*Administrador Apostólico de Xalapa
Entonces verán venir al Hijo del hombre
Por JOSÉ TRINIDAD ZAPATA ORTIZ*
El evangelio de este domingo tiene claramente dos partes, pero con un tema común que es la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos. En la primera parte san Marcos recurre al género apocalíptico para llamar la atención sobre el juicio de Dios. En la segunda, con el ejemplo de la higuera se insiste en la atención que debemos tener a “los signos de los tiempos”.
La literatura apocalíptica se vale de signos cósmicos, como ropaje literario, de lo que realmente quiere anunciar. En ese sentido, un cataclismo cósmico, como el que aquí aparece, lo único que anuncia es el favorable juicio de Dios para sus elegidos. De hecho, la mención de que: “La luz del sol se apagará, no brillará la luna y caerán del cielo las estrellas” sirve para resaltar lo siguiente: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos”.
Llama la atención que los elegidos serán congregados: “Desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”, lo cual indica que se trata del último y único juicio, definitivo, universal y total que abarcará hasta el universo, como dice san Pablo en la Carta a los Romanos que la creación misma espera ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 21).
Por lo anterior, aunque en la segunda parte del evangelio no se menciona el Hijo del hombre, toda ella es consecuencia y conclusión de la primera. En ese sentido la enseñanza del ejemplo de la higuera es: “Cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”. Pero ¿cuáles cosas? ¿Acaso que se caigan del cielo las estrellas? No, no se trata de eso, sino de la venida, en cada una de las generaciones, del Hijo del hombre para congregar a sus elegidos.
En efecto, cuando Jesús dice: “No pasará esta generación sin que todo esto se cumpla”, es una palabra que tiene vigencia en todos los tiempos. En todas las décadas, generaciones o épocas el fin está cerca, “ya está a la puerta”. En este sentido es lógico, como dice al final este evangelio: “Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Y sin embargo siempre está cerca, siempre está a la puerta, pero sobre todo con una cercanía existencial espiritual.
Cuando Jesús dice: “Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse” es una verdad de fe, pues la Palabra de Dios es eterna y por ella fueron creados los cielos y la tierra y lo que tuvo principio también tendrá fin. Por otro lado, la insistencia de Jesús en que sus palabras “no dejaran de cumplirse” es un llamado de atención a la fidelidad y a la espera en el cumplimiento de su Palabra.
Hermanos, como el agricultor espera el verano, así nosotros debemos estar atentos a los signos de los tiempos, esperando la venida del Señor. Debemos decir como san Pablo: “Maran atha”, ven Señor Jesús (cfr. 1 Co 16, 22), o como nos enseñó el Señor: “Padre Nuestro… Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6, 9-10). ¡Que así sea!
*Administrador Apostólico de Xalapa
Entonces verán venir al Hijo del hombre
Por JOSÉ TRINIDAD ZAPATA ORTIZ*
El evangelio de este domingo tiene claramente dos partes, pero con un tema común que es la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos. En la primera parte san Marcos recurre al género apocalíptico para llamar la atención sobre el juicio de Dios. En la segunda, con el ejemplo de la higuera se insiste en la atención que debemos tener a “los signos de los tiempos”.
La literatura apocalíptica se vale de signos cósmicos, como ropaje literario, de lo que realmente quiere anunciar. En ese sentido, un cataclismo cósmico, como el que aquí aparece, lo único que anuncia es el favorable juicio de Dios para sus elegidos. De hecho, la mención de que: “La luz del sol se apagará, no brillará la luna y caerán del cielo las estrellas” sirve para resaltar lo siguiente: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos”.
Llama la atención que los elegidos serán congregados: “Desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”, lo cual indica que se trata del último y único juicio, definitivo, universal y total que abarcará hasta el universo, como dice san Pablo en la Carta a los Romanos que la creación misma espera ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 21).
Por lo anterior, aunque en la segunda parte del evangelio no se menciona el Hijo del hombre, toda ella es consecuencia y conclusión de la primera. En ese sentido la enseñanza del ejemplo de la higuera es: “Cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”. Pero ¿cuáles cosas? ¿Acaso que se caigan del cielo las estrellas? No, no se trata de eso, sino de la venida, en cada una de las generaciones, del Hijo del hombre para congregar a sus elegidos.
En efecto, cuando Jesús dice: “No pasará esta generación sin que todo esto se cumpla”, es una palabra que tiene vigencia en todos los tiempos. En todas las décadas, generaciones o épocas el fin está cerca, “ya está a la puerta”. En este sentido es lógico, como dice al final este evangelio: “Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Y sin embargo siempre está cerca, siempre está a la puerta, pero sobre todo con una cercanía existencial espiritual.
Cuando Jesús dice: “Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse” es una verdad de fe, pues la Palabra de Dios es eterna y por ella fueron creados los cielos y la tierra y lo que tuvo principio también tendrá fin. Por otro lado, la insistencia de Jesús en que sus palabras “no dejaran de cumplirse” es un llamado de atención a la fidelidad y a la espera en el cumplimiento de su Palabra.
Hermanos, como el agricultor espera el verano, así nosotros debemos estar atentos a los signos de los tiempos, esperando la venida del Señor. Debemos decir como san Pablo: “Maran atha”, ven Señor Jesús (cfr. 1 Co 16, 22), o como nos enseñó el Señor: “Padre Nuestro… Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6, 9-10). ¡Que así sea!
*Administrador Apostólico de Xalapa