Se acerca la hora de su liberación

Con este primer domingo de Adviento iniciamos un nuevo año litúrgico.
El tiempo de adviento es un tiempo de preparación espiritual para celebrar digna y cristianamente la Navidad. Antes del 25 de diciembre tenemos cuatro domingos de tiempo de adviento.
En este primer domingo resuena todavía el sabor apocalíptico por la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos.
En el tiempo de adviento tenemos como medio privilegiado la Palabra de Dios en la que resuena la voz de los profetas y aparecen algunas figuras bíblicas que nos ayudan a vivir espiritualmente este tiempo.
El segundo y tercer domingo de adviento aparecerá la figura de Juan el Bautista anunciando la buena nueva, recordándonos las enseñanzas de los profetas y exhortándonos a vivir coherentemente con el evangelio. El cuarto domingo aparecerá la Virgen María como la mujer del adviento en quien se cumplieron las promesas a Israel.
En el evangelio de hoy nuevamente se habla de la venida del Hijo del Hombre. En una primera parte resuena el género apocalíptico, sobre todo cuando dice que: “Hasta las estrellas se bambolearán”. Estos son los signos cósmicos que acompañarán aquel momento. Pero, lo importante que quiere resaltar el evangelio es que: “Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad”.
A renglón seguido, el evangelio nos dice que: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Podemos ver con estas palabras que no es un día para tenerle miedo; ciertamente dice que: “Caerá de repente como una trampa sobre los habitantes de la tierra”, pero eso vale para los que viven sin fe y sin esperar a Dios y a su Reino; en cambio para nosotros es un día que debemos esperar porque con él se acerca la hora de nuestra salvación.
Ahora bien, esperar la venida del Hijo del hombre exige, no sólo estar alerta a los signos de los tiempos, sino estar atento y vigilante en el espíritu: “Para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos”. A propósito, el Santo Cura de Ars decía que: “La gente dice que es demasiado difícil alcanzar la salvación. No hay, sin embargo, nada más fácil: observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y evitar los siete pecados capitales; es decir hacer el bien y evitar el mal; ¡no hay nada más que eso!”. Así de simple cuando se busca a Dios.
Teniendo en cuenta lo anterior, lo más importante es vivir en la presencia de Dios. Para esto el evangelio nos dice: “Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”. Velar y orar. El Santo Cura de Ars decía que: “La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración, hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol”. Viviendo en oración con Dios no hay temor, sino amor.
Hermanos, no nos preocupemos del fin del mundo, sino del momento presente. La importancia de los deberes terrenos no disminuye por la espera del Hijo del hombre, sino que se robustece con nuevos motivos (cfr. Gaudium et Spes No. 21 § 3). ¡Que así sea!

  • Administrador Apostólico de Xalapa.

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