¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

El domingo pasado por ser la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe se leyó el mismo evangelio de este domingo IV de adviento en el cual aparece la figura de la Santísima Virgen María como la mujer del adviento. Se trata del misterio gozoso de su visita a su prima santa Isabel. El evangelio dice que: “Se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”. Esto se debe a que el Ángel Gabriel le acaba de decir que Isabel llevaba seis meses de embarazo, de manera que María va a ayudar a su prima Isabel en los últimos tres meses.
Llama la atención que, en cuanto Isabel: “Oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno”. Este salto del niño en el vientre de Isabel fue interpretado por los Padres de la Iglesia como la santificación de Juan el Bautista porque según Lc, 1, 15 estaría lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, por esto desde los primeros tiempos de la Iglesia se comenzó a celebrar su nacimiento porque al nacer ya había sido santificado.
La santificación del futuro Juan el Bautista se confirma en este evangelio cuando se dice que: “Isabel quedó llena del Espíritu Santo”, lo cual nos indica que su hijo también. Así que la presencia de María, que acaba de concebir al Hijo de Dios en su vientre, es portadora no sólo del Salvador, sino de quien lo concibió en su seno, es decir el Espíritu Santo. De modo que donde llega María llega la presencia del Espíritu Santo y la gracia de la santificación.
El evangelio dice luego que Isabel: “Levantando la voz, exclamó”. En primer lugar, hay que notar que el Espíritu Santo no sólo llena a Isabel de su presencia, sino que es el que la hace cantar las alabanzas del Señor. O sea que la presencia del Espíritu Santo espontáneamente nos lleva a la oración y a la alabanza. Si queremos exclamar, si queremos orar como Isabel no es necesario aprender métodos de oración, lo que necesitamos es el Espíritu Santo que llene nuestra vida y nos lleve a la oración y a la alabanza.
Ahora bien, en las palabras de Isabel resaltan algunas cosas. En primer lugar, dice: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. Estas palabras son parte de la oración del “Ave María” con la que día a día nos dirigimos a la Santísima Virgen; pero ¿cómo se dio cuenta Isabel que María llevaba en su vientre al Hijo de Dios? Eso significa que el Espíritu Santo, que la ha llenado y santificado, también se lo ha revelado.
Por otro lado, cuando Isabel dice a María: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”, podemos ver, con estas palabras, que la está reconociendo como la Madre del Mesías, lo cual es un anticipo del reconocimiento que la Iglesia más tarde hará de que María es Madre de Dios, Madre de la Iglesia y madre nuestra.
Finalmente le dice: “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Recordemos que uno de los títulos de María es la “Bienaventurada” como ella misma lo dice en su cántico: “Desde ahora me llamarán dichosa (o bienaventurada) todas las generaciones”.
Hermanos, pidamos al Señor que nos visite la Santísima Virgen María para que con ella nos llegue el Salvador, el don del Espíritu Santo, la santificación, el don de entender los misterios de Dios y podamos cantar las alabanzas del Señor. ¡Que así sea!

*Administrador Apostólico de Xalapa

Compartir

Más noticias

La ruta del dinero

Esta agitada primera quincena del mes de abril se caracterizó por las noticias que nos hicieron dar un salto al enterarnos que el dinero depositado en las Afores se iría a un fondo de

Ponte en contacto

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Aldea de la Información © 2023. Todos los derechos reservados.

Desarrollado por Elemento Technologies