Por qué en Escocia no hay árboles

Hay pocos lugares en el mundo donde la naturaleza le deje a uno tan atónito como las Highland escocesas, la región más septentrional del país famosa por la crudeza de sus paisajes rocosos, el color esmeralda de sus prados (en el que probablemente encontrarás vacas peludas de la raza Heilan) su costa abrupta repleta de rasgos geográficos alucinantes, manadas de ciervos por doquier y pueblos tan encantadores como Ullapool. Lo que seguramente acabe por llamarte la atención es una cosa… el paisaje escocés apenas está arbolado. ¿Cómo es posible?
Bien, ahí es donde quiero llegar a parar. Tendemos a asociar los efectos perniciosos del hombre sobre el medio ambiente con los tiempos más recientes, aquellos que vinieron tras la década de 1760, es decir con el inicio de la revolución industrial. Craso error. El hombre ha venido alterando su hábitat desde que dejó atrás su faceta de cazador recolector, se asentó en un lugar y basó su sustento en la agricultura.
Aunque parezca imperceptible, despejar terreno boscoso para dedicarlo al cultivo altera el color de la superficie terrestre, y esto tiene un efecto en el albedo: la capacidad que una superficie tiene para absorber o repeler la radiación. (La nieve, o las casas encaladas reflejan mucha radiación solar, mientras que las superficies oscuras – como los bosques frondosos – absorben más cantidad). La incidencia es mínima, ya lo sé, pero ahí está.
Este es solo un ejemplo del modo en que nuestro desarrollo comenzó a influir en el hábitat e incluso en el clima. Podríamos citar otro caso notable, como el que se asocia a la domesticación de animales como las vacas, las ovejas y las cabras. Esto se apreció perfectamente en el antiguo Egipto, donde en tiempos de la dinastía ptolemaica (instaurada por el segundo de abordo de Alejando Magno) el país se llegó a convertir en el granero de Roma. ¿Cómo es posible que un país cuyo paisaje hoy asociamos principalmente al desierto fuera entonces tan fértil? ¿Qué sucedió? La respuesta la debemos encontrar precisamente en ese ganado rumiante que llevamos con nosotros a todas partes, y que cuando no se controla puede acabar convirtiendo al mismo jardín del Edén en un páramo. ¡Así de notables son los efectos del sobrepastoreo!


Pero volvamos con el asunto que hoy nos toca tratar. ¿Cómo es que la tierra de Brave Heart tiene tan pocos árboles con que solazar la vista? Antes de contestar debo aclarar que no es que no existen bosques en el país del Kilt, definitivamente hay árboles en Escocia, por supuesto. No obstante lo cierto es que hay muchos menos de los que uno pensaría encontrarse y la respuesta al misterio no es sencilla. Podríamos decir que la tierra que vio nacer a Walter Scott, Adam Smith, Alexander Fleming o al mismísimo James Watt (uno de los “influencers” más notables en la antes mencionada revolución industrial) se ha ido quedando sin foresta debido a múltiples razones: animales, cambio climático y especialmente al apetito insaciable de sus habitantes por los recursos que su tierra les ofrecía.
Veamos una pequeña secuencia histórica de lo que ha sucedido en Escocia a lo largo de los últimos 6 milenios, lo cual ilustrará a la perfección el impacto que el hombre tiene en su medio ambiente no de ahora, sino desde que comenzó la propia historia.

HACE 6.000 AÑOS
Los humanos comenzábamos a experimental con los metales, primero el cobre, más tarde el bronce y luego el hierro. En aquel tiempo los árboles escoceses vivían entonces su edad dorada. Había tantos que en realidad podríamos pensar en el país como en un bosque gigante. Aquella arboleda infinita daba cobijo a animales hoy extintos como el lince boreal, el oso pardo o el lobo.

HACE 5.900 AÑOS
Llegan los granjeros, y de las primeras cosas que hacen es despejar terreno para cultivos, tanto los suyos como los que empleaban para dar de comer a sus animales domésticos, entre los que destacaba una criatura que a día de hoy es casi un símbolo nacional: la oveja. Y no hablo solo por la famosa Dolly (espécimen clonado que podréis visitar en el National Museum de Edimburgo) sino por todas las demás de las que se extrae la lana con la que se confecciona el tartán. ¿Quién se imagina a un escocés de pura cepa que no lleve un kilt (no lo llames falda) de tartán?
Bien, curiosamente el animal doméstico sin el cual no se entiende la Escocia moderna tiene mucho que decir en esto de la falta de árboles en las tierras altas de la isla de Gran Bretaña. Para dedicar al pastoreo el suelo que necesitaban, los agricultores quemaron grandes extensiones de bosque, arrasando árboles hasta el suelo.

HACE 3.000 AÑOS
Los granjeros habían ido expandiendo más y más sus dominios, a costa de los árboles escoceses, pero entonces llegó algo más peligroso aún: el cambio climático. Hace tres milenios se inició un período de clima húmedo que empapaba las tierras altas provocando daños en los frondosos bosques del norte. Las especies botánicas que hasta entonces se habían enseñoreado de la tierra fueron incapaces de adaptarse. El clima acabó con buena parte de los árboles nativos, incapaces de sobrevivir en los suelos tradicionalmente pobres en nutrientes.

HACE 1.200 AÑOS
Los Vikingos llegan a Escocia, se asientan y comienzan a fabricar casas y barcos, todo lo cual se hacía en aquellos tiempos con madera. Seguramente os podéis imaginar el impacto en el medioambiente que provocaron los nórdicos al elegir Escocia como base para su expansión por las islas británicas.

HACE 400 AÑOS
La población en las Higland experimenta un enorme crecimiento. Toda esa gente necesita nuevas casas. Las colonias son una opción para aquellos que no encuentran una forma de vida, por lo que también hace falta construir más barcos. Resumiendo, se necesita más madera.

HACE 300 AÑOS
La lana se convierte en la gran industria nacional. Obviamente se incrementa drásticamente el número de ovejas, las cuales necesitan más pastos. Además, se comienza a talar más árboles para la fabricación de carbón vegetal, con el cual mucho más sencillo pasar el invierno “calentito”. Como dirían los hermanos Marx… “más madera”.

HACE 200 AÑOS
La caza se vuelve muy popular. A los nobles victorianos les encantaba cazar ciervos y urogallos. Para hacer más fácil divisar a las presas, se despejan grandes regiones de bosque y arbusto empleando el fuego como arma.
Por si esto no fuera bastante problema, las grandes poblaciones de ciervos que necesitaban los cazadores para llevar a cabo su afición causaron estragos con su apetito, ya que la forma en que se alimentan estos animales –que adoran los brotes verdes de árboles y arbustos – incide sobre la regeneración y crecimiento de estas plantas.

HACE 100 AÑOS
Comienza la Primera Guerra Mundial y el imperio británico está metido en ella hasta el cuello. ¿Imagináis el principal recurso que requiere el ejército de su majestad? Efectivamente: madera y carbón vegetal.
En fin, seguro que sumando el efecto todas estas reseñas históricas sobre el paisaje escocés te haces una idea de por qué el paraíso de las Highland carece extrañamente de plantas leñosas. ¿No se puede hacer nada para revertirlo? En efecto, y parece que por fin la conciencia nacional está cambiando, y es posible que al igual que ha hecho Noruega (un país con un problema histórico similar) a lo largo del último siglo, con constantes campañas de reforestación que están comenzando a dar sus frutos, muy pronto Escocia comience a seguir esa senda. Para tomarse en serio esta titánica tarea, es probable que el país deba comenzar por solucionar un problema relacionado con la deforestación, que no es otro que la superpoblación de ciervos. A día de hoy se dice que hay alrededor de un millón de ciervos en Escocia, prácticamente un ungulado por cada seis humanos. Imaginad el impacto que este ejército de “corta retoños” de árbol tiene sobre el medio ambiente.

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