El cine de terror encuentra en la vejez una fórmula para remover nuestro miedo más interno

Tras una larga espera, que para los amantes del cine de terror se hizo eterna, La abuela ya está en las salas de cine españolas dispuesta a embriagarnos de tensión y suspenso con imágenes que fácilmente alimentarán la imaginación para nuestras peores pesadillas.
Porque la película de Paco Plaza ([REC, Verónica) no vive en el género de terror al uso. Aquí no somos víctimas de sustos fáciles ni tácticas habituales del terror más comercial, sino que el director explora el submundo del thriller psicológico creando tensión atmosférica a través de las luces y sombras en dos etapas vitales: la belleza de la juventud vs. el ocaso de la vida.
Y es que esta fábula sobre la obsesión por la belleza reflejada en la vejez avanzada como símbolo de muerte en vida, recurre a una fórmula recurrente en el género que apela a nuestros temores más internos.
La abuela planta nuestra imaginación en un apartamento en el centro de Madrid, donde conocemos a Susana (Almudena Amor), una joven que debe regresar a la capital a cuidar de su abuela (Vera Valdez) justo cuando su carrera como modelo en París está despuntando. La mujer que la crió sufrió una descompensación tan fuerte que ha perdido prácticamente todas sus capacidades. Camina débil, no habla ni la reconoce.
En otras palabras, su esencia ha desaparecido y necesita ayuda constante para alimentarse, cambiarse, limpiarse, etc.
Al principio, Susana toma las riendas de la situación para poco a poco ir hilando los cabos sueltos de una trama psicológica donde las etapas de la vida, el egoísmo natural por vivirlas y la obsesión por la juventud eterna se entremezclan en un cóctel de terror plagado de sombras.
Con esta historia, Paco Plaza propone una fábula sobre la pérdida de la belleza y la obsesión por mantenerla, poniendo sobre la mesa la juventud como símbolo de vida plena y la vejez en una etapa de minusvalía total como la muerte en vida.


A través de planos que dan protagonismo al rostro intacto de Almudena Amor, con juegos de cámara que multiplican su belleza como una necesidad profesional y personal, la película hace hincapié en los polos opuestos que habitan sus personajes con esa abuela de manos arrugadas, mente perdida y un cuerpo desnudo sin músculos ni fuerza y repleto de capas caídas.
Y es precisamente con el cuerpo de Vera Valdez a los 84 años que Paco Plaza expone esa fórmula infalible para crear terror apelando a un miedo primario del ser humano: la pérdida de nuestra esencia en la vejez, el fin de la independencia y la muerte inevitable.
Sin abusar de los sustos fáciles, sino removiendo el pánico natural del ser humano a la etapa previa al final, llegando a anciano solo, minusválido, senil, sin recuerdos ni vida propia, con el cuerpo sin rastros de juventud alguna. Todo esto como símbolo visual del deterioro en vida.
Y así, con esas imágenes, se crea un terror primario que remueve más por dentro que por fuera. Por eso La abuela es tan efectiva y por eso sus imágenes más aterradoras se quedan grabadas a fuego.
La brasileña Vera Valdez se lleva la palma con su interpretación, exponiendo su cuerpo como símbolo gráfico del mensaje, pero aportando todo su talento como actriz, modelo y musa de Chanel en el pasado para imponer con una mirada siniestra de segundas intenciones.
Sin embargo, Paco Plaza no es el primero que juega con la exposición de cuerpos mayores como herramienta para crear historias de terror que tocan personalmente este miedo primario del ser humano.
La primera que viene a la mente, sin dudas, es la anciana de El resplandor. Aquel monstruo que acecha la mente de Jack Torrance (Jack Nicholson) es el fantasma de Lorraine Massey, una mujer que se corta las venas de joven en la bañera del hotel y que existe para enfrentar al protagonista con su cuestionable moralidad.
Si bien el personaje se aparece en muchas ocasiones como la mujer joven y bella que fue, la cinta transforma al fantasma en un monstruo con la interpretación de Billie Gibson. La ya fallecida actriz se metió en la piel del personaje a los 52 años, apareciendo en la bañera siempre desnuda, llevando prótesis que la hacían lucir mayor, con el cuerpo decrépito de putrefacción, ampliando así la dosis de terror.
M. Night Shyamalan también recurrió a esta idea en La visita, convirtiendo a los abuelos en personajes con problemas mentales de los que huir despavorido en mitad de la noche. Secuencias como la abuela con el cuerpo desnudo, otra vez exponiendo una espalda y brazos repletos de arrugas y un cuerpo de apariencia débil, sirven para convertir al personaje en el monstruo peligroso de la historia.


La vemos en planos rápidos desnuda rasguñando las paredes o acechando con mirada psicótica a sus nietos con un cuchillo, usando la metáfora de una enfermedad senil como herramienta para contagiar ese terror primario en cualquier ser humano.
Se puede ver uno de los momentos en el segundo 00:50 del tráiler:
Y por supuesto tampoco podían faltar los señores mayores más aterradores de los últimos años: los padres de la protagonista en Marianne, la serie francesa de Netflix de 2019 que muchos recordamos como una de las grandes joyas del género moderno.
Si bien aquí teníamos a una vecina escalofriante en la piel de Mireille Herbstmeyer, los que impregnaban de terror y de repente la pantalla eran los padres de esa escritora de éxito llamada Emma que regresaba a casa con su asistente Camille.
El momento ocurría al final del primer episodio, cuando Camille se levantaba en mitad de la noche para toparse con los padres de su jefa completamente desnudos. La madre vomitando con cara perdida y amenazante, y el padre con cortes en la espalda y mirada psicótica diciéndole “estos no somos nosotros” para luego abofetearla. Una secuencia que una vez más recurre a la idea de la locura, la perdida de las facultades cognitivas o enfermedades seniles para crear dos monstruos aterradores del género, con la desnudez gráfica sirviendo como exposición física del miedo más crudo.
Con todas estas imágenes, el género apela al terror humano de hacerse mayor perdiendo habilidades, la independencia o la mente a raíz de enfermedades crueles, haciéndonos desaparecer con nuestra personalidad y recuerdos como ejemplo de experiencia de vida.
Todos estos ejemplos remueven ese temor primario, aunque La abuela lo lleva más lejos al hacer de su protagonista el reflejo más efectivo, grabando en nuestra mente imágenes de terror que no olvidaremos fácilmente.

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