México, república decadente

En enero de 2022, la organización Humans Rights Watch (HRW)publicó el 32 informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo.
Kenneth Roth, director ejecutivo, advierte de las consecuencias de los autoritarismos usando los recursos de los estados para su legitimación desmantelando las instituciones y debilitando la democracia.
Lo anterior deriva en un diagnóstico preocupante sobre la vulneración de los derechos humanos cuando las personas son reprimidas, violentadas o vulneradas en sus derechos al ejercer cauces de expresión y manifestación.
El informe de las prácticas sobre derechos humanos en 100 países de HRW, deja ver la delicada situación que debería ser considerada por todos. Para México, la evaluación es una advertencia del deterioro de los derechos humanos en tiempos del autoritarismo populista.
En el preámbulo sobre nuestro país, el juicio es indubitable: “Las violaciones de derechos humanos —incluyendo torturas, desapariciones forzadas, abusos contra migrantes, ejecuciones extrajudiciales, violencia de género y ataques contra periodistas independientes y defensores de derechos humanos— han continuado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la presidencia en diciembre de 2018”.
Con la revisión de doce rubros, el informe HRW afirma la terrible impunidad que subsiste en este gobierno a todos los niveles.
La ineficacia de las reformas al sistema penal acusatorio que dilatan la efectiva impartición de justicia, el modelo de sistema policial ahora cooptado por las fuerzas armadas y el uso de la fuerza contra poblaciones vulnerables, en especial de los migrantes, además de dotarles de deberes al hacerse de actividades esencialmente civiles como el control de puertos, aduanas, gestión de programas sociales y desarrollo de megaproyectos de infraestructura.
El preocupante diagnóstico revela cómo los delitos contra los derechos de las personas permanecen sin una sentencia mientras amenazas y una velada persecución es ejercida usando las fuerzas estatales o bien a través de la aquiescencia cuando el poder de las entidades públicas está al servicio de poderes fácticos.
Otras organizaciones de derechos humanos, como el Comité Cerezo creado en 2001, describen vulneraciones especialmente al reportar desapariciones de activistas por los derechos humanos.
El 24 de enero de 2022, esa organización presentó un informe en el que señala que “el total de ejecuciones extrajudiciales cometidas en el año 2021 bajo la administración de AMLO es de 25 personas defensoras de derechos humanos, dichas ejecuciones extrajudiciales fueron cometidas por motivos políticos, es decir, como una forma de castigo por la actividad de defensa o ejercicio de algún derecho humano”.
No obstante, las afirmaciones de gobierno de la República dicen que en 2021 se han invertido recursos presupuestales para la procuración de los derechos humanos por más de 6 mil 103 millones de pesos a fin de fortalecer las comisiones locales de búsqueda de desaparecidos o para la aplicación del mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos y periodistas, lo cual dista mucho de la realidad.
Los datos duros de un país en guerra de baja intensidad dan cuenta de la elevada violencia y homicidios.
Desapariciones forzadas son la zozobra de miles de familias quienes han tomado en sus manos las investigaciones que las autoridades no han realizado, sea por incapacidad o por convenientes motivos políticos. Más de 90 mil desaparecidos hasta 2021, de los cuales 23 mil se han reportado desde el inicio de la presente administración 2018-2024.
La degradación es tan impresionante que nadie puede decir que está a salvo, ni siquiera los niños.
Echar la culpa al pasado es ocioso ejercicio que evade una responsabilidad que raya en el fracaso; sin embargo, es un tema cultural y profundamente social donde todos estamos involucrados.
Nuestra realidad nos ha afirmado como un país del descarte y, aun el populismo y la política de “primero los pobres”, México padece este individualismo del descarte agresivo azuzado, muchas veces, por los líderes que hemos votado.
Como bien afirmó el Papa Francisco en agosto de 2020, “el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias”.
México lo vive, está enfermo y decadente. Una república cuyo gobierno de pretendida transformación acentúa el profundo descarte y crisis de los derechos humanos.

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