A nueve años de la renuncia de Benedicto XVl al papado

El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI sorprendía al mundo anunciando su renuncia al cargo de Sumo Pontífice.
El viernes se cumplieron nueve años de la renuncia de Benedicto XVI. El 11 de febrero de 2013, el hoy Papa emérito, renunció a su cargo como Sumo Pontífice. Ratzinger anunció su renuncia durante un consistorio ordinario público, reunido con el propósito de revelar las fechas de unas canonizaciones.
Este encuentro se llevó a cabo el 11 de febrero de 2013,​ a las 11 y media de la mañana, y nada hacía siquiera sospechar la bomba que iba a soltar el Pontífice alemán. Al finalizar el programa establecido, Benedicto XVI recibió un papel que le entregó Guido Marini, actual obispo de Tortona y entonces maestro de ceremonias del Papa. En dicho papel estaba escrito el mensaje que anunciaba la dimisión, que el Papa leyó en latín:
«Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria».


La noticia fue dada a conocer a la prensa internacional por la reportera italiana Giovanna Chirri, de la agencia de noticias ANSA, debido a que entendía el latín; en poco tiempo estaba en las cabeceras de los periódicos del mundo entero.
Fue el 28 de febrero de ese año cuando se hizo efectiva su renuncia y se trasladó en helicóptero a Castel Gandolfo. A su llegada al pequeño pueblo ubicado junto al lago Albano, se dirigió a las personas congregadas frente al palacio pontificio y les dijo: «Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje en esta tierra».
En una entrevista con el teólogo Elio Guerrero, autor de una biografía del propio Ratzinger, el Papa emérito explicó que una de las principales razones por las que renunció al pontificado en febrero de 2013 fueron sus limitaciones físicas y problemas de salud, que le impedían seguir viajando y cumplir con su deber como Sumo Pontífice.
“Tenía dos convicciones bien precisas: después de la experiencia del viaje a México y Cuba, ya no me sentía en la capacidad de hacer un viaje tan fatigoso”, contó Benedicto refiriéndose a la Jornada Mundial de la Juventud que iba a celebrarse ese mismo año en Río de Janeiro.
“Experimenté los límites de mi resistencia física. Sobre todo me di cuenta de que no podía afrontar en el futuro los vuelos transoceánicos por el problema del huso horario”, explicó.
Ratzinger asegura que no se veía capacitado para asistir a la JMJ y que fue esta la principal razón por la que decidió renunciar a su cargo. “Además con la estructura que San Juan Pablo II dio a estas jornadas, la presencia física de un Papa era indispensable. No se podía pensar en una conexión televisiva o en otras formas respaldadas por la tecnología”, contaba en la entrevista.
“Esta era una circunstancia por la cual la renuncia era para mí un deber. Tenía finalmente la confianza de que sin mi presencia el Año de la Fe habría llegado a buen fin. La fe, de hecho, es una gracia, un don generoso de Dios para los creyentes”, dijo Benedicto.
Asimismo, explicó que habló de estos problemas con su médico y que “desde entonces en adelante lo que tocaba era decidir en un tiempo relativamente breve la fecha de mi retiro”.
Es difícil de creer, que, tras cientos y cientos de años en que los Papas no se movían de Roma -o de Aviñón-, se de un peso tan grande a los viajes pontificios; que el no poder realizarlos lleve a renunciar al cargo es cuanto menos sorprendente.

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