​​Xalapa, ciudad con corazón de mujer

En estas tardes de frío y niebla, que mejor pasarlas que leyendo nuevamente el libro “Perfiles de Xalapa” de Don Leonardo Pasquel, publicado en 1949.
En sus páginas amarillentas, de setenta y tres años de edad, reencontré un texto de 1922, de la pluma de Silvestre Bonnard titulado “Xalapa, ciudad que tiene corazón de mujer”, la prosa transmite la profunda impresión que aquella ciudad dejó en el alma de este escritor, en la primera mitad del siglo XX.
Silvestre Bonnard fue el pseudónimo de Carlos Noriega Hope (1896-1934), escritor y periodista mexicano, uno de los pioneros de la crítica cinematográfica en los años 1929-1930, cuando las películas norteamericanas empezaban a llegar a México.
El sobrenombre probablemente lo tomó de la novela del galo Anatole France “El crimen de Sylvestre Bonnard”. Carlos Noriega Hope plasmó para siempre en el papel las sensaciones que Xalapa dejó en sus recuerdos, helas aquí con algunas adaptaciones, en pos de objetividad.
“Xalapa es una ciudad femenina, no son sus casas de anchos tejados desparramándose mansamente sobre las aceras, ni sus calles empinadas, que intentan alcanzar el cielo para caer después en pequeños infiernillos empedrados, son sus mujeres quienes le han hecho una leyenda sentimental.”
Leer en la tranquilidad de la madrugada frases dedicadas a nuestra ciudad, reanima el espíritu e infunde bríos para empezar el nuevo día, nos hacen evocar aquel Xalapa aún con pinceladas coloniales que conocimos en nuestra infancia, mientras este silente amanecer escuchamos, la bella y sensual voz de María Dolores Pradera.


“Por el camino real, viajando de la Villa Rica hacia la ciudad de México desfilaban ante los ojos del peregrino, campiñas, cerros, precipicios, pueblos y ciudades, sintiendo el caminante español una clara emoción, pues él solo sabía de aquellas extensas planicies manchegas. En aquel entonces, las diligencias de pronto entraban en un pueblo grande, de empinadas calles, casas pequeñas, aceras estrechas. Si el forastero caminaba por esas callejuelas, podría ver a través de las ventanas de rejas ferradas, unos ojos negros, profundos y tranquilos que nada ofrecían y nada pedían, y serían difíciles de olvidar”. Sí, así era Xalapa.
No logré saber por qué Silvestre Bonnard visitó Xalapa y cuánto tiempo permaneció en ella, pero le fue suficiente para nunca olvidarla y escribir con pasión sobre aquella ciudad hermosa, a principios del siglo pasado, hace cien años.
“Las mujeres de Xalapa son hermosas, orgullosas y altivas, sin prejuicios y, por ello, demasiado peligrosas. La ciudad es culta, en el tiempo de Rébsamen se le llamó “La Salamanca de la república”, por sus escuelas normales y colegios preparatorios. Es una ciudad callada, sin calles tumultuosas, donde los relojes parecen detener sus manecillas. Ciudad apacible, guarda la luz de su cielo en su cuerpo de nubes, sus piedras tienen alma oscura, patinadas por generaciones cultas. Viajero cuando llegues a Xalapa si encuentras en tu camino dos ojos negros cubre los tuyos y huye, porque según la tradición, tarde o temprano, asi ruedes por muchos caminos del mundo, volverás a Xalapa, porque es la ciudad que tiene corazón de mujer”.


He leído diversas expresiones con la misma carga emocional refiriéndose a Xalapa en diversos libros, revistas y en mi epistolario, viejo cuaderno en que he concentrado algunas antiguas cartas que estuvieron dispersas por muchos años, muchas refiriéndose a Xalapa, aderezadas por la personal inspiración de numerosos autores. Xalapa ha sido una ciudad colgada de laderas, inmersa en un entorno campirano exuberante, bello e inolvidable para quienes la conocieron desde la época colonial, hasta mediados del siglo XX.
Quienes tuvimos la fortuna de vivir en esta ciudad cuando guardaba mucho de su esencia original, en los años cincuenta del siglo pasado, tenemos el compromiso de ilustrar a las generaciones actuales, que Xalapa no siempre ha sido la ciudad de hoy que poco inspira al romanticismo, fuente de calor para la vida humana. Hoy está llena de gente, multitud de personas desconocidas, migrantes de otras provincias, pasan de prisa a nuestro lado, calles pletóricas de vehículos, humedad y niebla vespertina ahora son calor, estío y asfalto donde antaño hubo bosques. La inseguridad rampante en las noches, antes silentes y apacibles, hoy causa un temor cerval y cotidiano. No, así no era Xalapa.

hsilva_mendoza@hotmail.com

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