Es cuánto | La derrota de los duros

La derrota de Morena y sus aliados el domingo pasado al no lograr la mayoría calificada para la aprobación de la reforma eléctrica sin duda tiene varias lecturas y consecuencias políticas.
De entrada, demostró que la oposición en el Congreso –cuando logra ponerse de acuerdo y actuar como un bloque por encima de sus intereses partidarios– sí puede ser un contrapeso real ante la concentración del poder y la toma unilateral de decisiones por parte del Ejecutivo.
A pesar del discurso de descalificación alentado por el Presidente y los miembros de la coalición gobernante, los diputados del PAN, PRI, PRD y MC se mantuvieron firmes y votaron en contra de la llamada Ley Bartlett, e incluso este último partido salió ganando al sumar a una diputada que fue expulsada del PVEM por haber votado en contra.
La experiencia también significa que si los partidos de oposición se mantienen como un bloque legislativo en lo que resta de la actual administración, tampoco pasará la reforma electoral – otra de las propuestas torales del Presidente para hacerse del control de los órganos electorales – con la que pretende reducir el financiamiento al Instituto Nacional Electoral, INE, y a los partidos políticos, elegir a los consejeros y magistrados electorales por voto directo, desaparecer los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLES) y reducir el número de diputados federales y senadores plurinominales.


De este modo, lo primero que Morena y sus aliados tendrán que modificar será la política del Presidente de “no cambiarle ni una coma” a las iniciativas que manda al Congreso, devolviendo a éste la facultad de deliberación y construcción de consensos.
Por eso tiene razón el senador Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado y con una larga trayectoria parlamentaria, cuando dice que Morena tiene que sentarse con la oposición para dialogar y construir acuerdos, ante el riesgo de caer en un proceso de parálisis legislativa, donde todos aquellos nombramientos, reformas constitucionales o integración de órganos autónomos que requieren mayoría calificada estarían destinados a no aprobarse.
La experiencia legislativa del senador Monreal –y si se quiere su pragmatismo– apunta precisamente a la obtención de resultados, que de otro modo, de mantenerse la intransigencia y soberbia mostrada por la línea de los duros no van a alcanzar.
En ese sentido, la derrota del domingo 17 de abril puede considerarse como la derrota de la línea dura que ha prevalecido al interior de Morena. Quizá a eso se refirió el académico John Ackerman cuando dice que el resultado de la votación de la reforma eléctrica – 275 de Morena y aliados, contra 223 de la oposición– es una consecuencia directa de las elecciones intermedias de 2021, cuando el grupo gobernante perdió la mayoría calificada.
Es decir, en las elecciones intermedias del año pasado, el pueblo sabio votó por los contrapesos y por no darle todo el poder a Morena, y esto fue evidente en regiones específicas como la Ciudad de México, el corazón del movimiento Lopezobradorista, donde gobierna Claudia Sheinbaum, la virtual delfina y la más encumbrada de los duros.
También tiene razón el columnista Armando Ortiz, autor de la columna Viernes Contemporáneo, cuando dice que uno de los motivos del voto en contra de los diputados de Movimiento Ciudadano habría que buscarlo en Veracruz, donde gobierna otro de los duros y la Fiscalía General del Estado encarceló y mantiene en prisión al emecista José Manuel del Río Virgen.
En suma, la derrota del domingo es consecuencia de los agravios y abusos cometidos por los morenistas en el ejercicio del poder, principalmente por aquellos que forman parte de la línea dura y que han alentado, con arrogancia y soberbia, la polarización y la confrontación entre los mexicanos. A ellos se debe que tres años después de las elecciones de 2018, cientos de miles de votos hayan dejado a Morena y le hayan quitado la mayoría calificada fortaleciendo los contrapesos de la oposición en el Congreso, y de igual forma, a esa política cerrada, que se mueve por consignas, podría atribuirse el enorme abstencionismo registrado en las consultas para enjuiciar a los expresidentes y la de revocación de mandato.
De continuar como van, la línea dura de Morena en el pecado llevará la penitencia, pues de aquí al 2024 podrían perder más que las votaciones en el Congreso. De seguir acumulando agravios entre los mexicanos, podrían perder la Presidencia de la República.

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