Para meditar

Ya no estás, para besarte en la mejilla

En la antigüedad, los grandes artistas brindaron a la madre sus mejores obras, como se aprecia en las imágenes que acompañan este artículo, La piedad (1498-1499), de Miguel Angel, “Santa Ana, la virgen y el niño (1508-10), de Leonardo Da Vinci y La virgen humilde (1610-11), de Artemisa Gentileschi entre otros.
En la actualidad hay diversos días festivos al año, meramente impulsados por la mercadotecnia desplegada por las grandes empresas comerciales, abundantes en el mundo. Verdaderas campañas permanentes de publicidad sensibilizan al ciudadano para sentirse obligado a comprar obsequios para regalar por motivos numerosos. Actualmente hay día de la madre, del padre, del niño, del maestro, del amor, del abogado, del contador, del médico, de la enfermera, del nutriólogo, en fin hay muchos “días del”… lo que a usted se le ocurra.
Esos días para celebrar a alguien, hace que la publicidad al respecto abrume y al final motive a mucha gente a salir y aprovechar las ofertas para comprar lo que los comerciantes le endilgan al convencido comprador de su obligación de regalar en ese día.
Diversos medios informativos e instituciones oficiales reportan que el 70% de los mexicanos compran regalo para su madre el 10 de mayo, así que si este año sucede algo similar, alrededor de 90 millones de compatriotas sacarán sus ahorros para festejar a mamá este “Dia de las Madres”.
Son días de festividad popular, pero nacidos en las oficinas de consorcios comerciales, con el único objeto de seducir al pueblo a comprar, endrogarse a crédito, en “paguitos”, a meses sin intereses y subterfugios más. Esas celebraciones forman parte del folclor nacional.


El Día de la madre, siendo uno de esos tantos “Días”, en verdad remueve sentimientos emanados de muy dentro de la conciencia, de quienes hemos perdido a nuestra madre. ¿Por qué digo esto en particular? Todos los mexicanos vivimos en nuestra infancia ese día con especial festejo, desde el kínder y la escuela primaria, cuando desde varios meses antes empezamos a elaborar en la clase de “trabajos manuales” aquella canastita de madera y pegada con “cola”, rebosada de flores de papel para regalarla a nuestra mamá en un festival del patio principal de la escuela.
A quienes nos tocó recitar una poesía a la madre, aprendida de memoria y “recitada” sin mayor entonación que la rapidez para terminarla, nuestras orgullosas madres sentadas en el auditorio se enjugaban las lágrimas ante nuestra manifestación de amor. Después, ya habituados, año tras año cumplimos por mucho tiempo aquel protocolo aprendido en tempranas épocas de nuestra niñez.
Cuando nuestra madre ya no está con nosotros, la evocación de la expresión de su rostro al recibir nuestros rústicos trabajos manuales de la primaria, y después en la adolescencia, los presentes comprados con nuestros “domingos”, nos remueven la ternura materna de aquellos tiempos cuando no sabíamos aquilatarla.
Después vinieron años, de estudio, trabajo, formación de nuestras propias familias, nos hicieron olvidar a mamá, ya entonces de edad avanzada, quien calladamente sufría el abandono natural de los hijos que emprendían su vida personal y enfrentaban prioridades afectivas dejando a la anciana mujer que los arrulló de niños, en un término, a veces más que secundario.
Muy contadas personas se escapan de este comportamiento casi natural del ser humano.


Hoy cuando somos viejos y, de alguna manera, hemos vivido situaciones similares a las que causamos a nuestra madre, nos damos cuenta de que pudimos haberla hecho muy feliz, aun sin darle un obsequio el día de las madres, sino solo ofreciéndole diariamente una frase cariñosa, aunque fuese por teléfono.
El amor verdadero se manifiesta a cada segundo, con una mirada, un abrazo o unas cuantas palabra, como “te quiero”, ¿”como amaneciste?”, “ te recuerdo con cariño”.
Cuánto gusto le daría a nuestra madre escucharlas y cuánto trabajo nos ha costado hacerlo, a casi todos los seres humanos del mundo.
Lo que he escrito este día hará reflexionar a muchas personas que hoy cumplirán llevándole a su madre un regalo lo más atractivo y costoso, para después olvidarse de ella por días o por meses o quizá hasta el próximo “Día de las madres”, y tal vez porque los periódicos o la radio se los recuerden con un mes de anticipación.
Pero más nos hará meditar a aquellos que involucrados en la competencia cotidiana por alcanzar el éxito programado y por formar nuestra propia familia, nos olvidamos por meses de nuestra viejita, pero eso sí, le llevamos su regalo “El día de las madres”. Hoy nos viene a la memoria su cara jubilosa cuando ese día le entregamos un regalo sin recordar, ella, que hacía muchos días que nuestra ausencia la angustiaba.
Más profunda es la añoranza de aquel rostro cuando hoy ya no está para poder correr a decirle “te quiero mami” y darle un beso en la mejilla.
hsilva_mendoza@hotmail.com

Compartir

Más noticias

Ponte en contacto

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Aldea de la Información © 2023. Todos los derechos reservados.

Desarrollado por Elemento Technologies