La política y la doble moral

La moral regula la conducta humana de acuerdo con las normas que cada grupo social se forja en torno a los conceptos del bien y el mal. Se refiere a los valores y comportamientos más adecuados dentro de una sociedad determinada.
En ese sentido, la doble moral sería la conducta según la cual se juzga un mismo hecho con dos reglas diferentes. De modo más específico sería el criterio que usa una persona o entidad cuando se comporta de dos maneras distintas respecto a una misma situación.
En política, un ejemplo clásico es aquél cuando se condena con dureza un hecho de corrupción donde el protagonista es un político de oposición, pero se justifica, protege o avala si el político que comete ese acto es un funcionario del partido en el gobierno, sea del color que sea éste.
Lo anterior significa que, ante un mismo hecho de corrupción, se realizan dos juicios opuestos: por un lado se condena al opositor, pero por el otro se justifica si es del partido en el gobierno. En este caso aplica la doble moral.


Otro ejemplo es aquel relacionado con el manejo personal de las riquezas o posesiones económicas. La doble moral existe cuando de manera pública se defienden valores como la austeridad o la medianía en el estilo de vida, convocando a los demás a seguir ese modelo, pero en la vida privada o familiar se vive en medio de lujos o se hace ostentación de los bienes materiales.
Así, la doble moral queda expuesta al comparar el comportamiento privado de una persona con sus expresiones o posicionamientos públicos.
Es un hecho que la doble moral se enseña desde casa, cuando no se mide con las mismas reglas la conducta de nuestros hijos. Es decir, cuando se juzga con severidad las travesuras o el comportamiento de los hijos ajenos, pero se disculpan o se dejan pasar las que cometen los propios, lo que a largo plazo los enseña a medir con doble vara los actos propios y ajenos y, en los hechos, los educa lamentablemente para no saber discernir entre el bien y el mal.
Así explicadas las cosas, la doble moral puede ser parte de la tendencia natural a defender al grupo de pertenencia, porque a nadie le gusta que los demás hablen mal de los nuestros, o que estos sean expuestos a la burla o al escarnio públicos, y acaso esa necesidad de protegerlos puede llevar muchas veces a tratar de justificar o maquillar sus errores o faltas.
El problema es que en política, las acciones de doble moral pueden ser progresivas, y pasar de las pequeñas infracciones a las grandes faltas, y entonces todo cambia, sobre todo cuando al no denunciarlas o no castigarlas se causa daño y agravio a terceros.
Y cuando la doble moral predomina en la vida pública, la política termina por judicializarse.
La política y la doble moral

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