El comportamiento suicida en la adolescencia se puede y debe prevenir

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad.
En este sentido positivo, la salud mental es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad1. Es decir, es algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales.
A pesar de los esfuerzos para promover acciones para mejorar la salud mental en la población, la OMS reporta que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes
de15a19añosyagregaqueel77%delos suicidios se produce en los países de ingresos bajos y medianos2.
Ante este panorama mundial, se han realizado estudios e investigaciones que permiten conocer el estado que guarda este tema en México. Reflejo de este trabajo es el estudio denominado “Conducta suicida en adolescentes en México” realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), el cual permitió generar evidencia para la toma de decisiones relacionadas a la conducta suicida en población adolescente en nuestro país.

Los resultados más relevantes y recomendaciones de este estudio se encuentran en la publicación del INSP “Síntesis sobre políticas de salud Propuestas basadas en evidencia” específicamente la síntesis titulada “Conducta suicida en población adolescente”3 elaborada por las investigadoras: Dra. Rosario Valdez-Santiago, Mtra. Eréndira Marín-Mendoza, Mtra. Vania Martínez-Guzmán y Dra. Luz Arenas-Monreal.

De acuerdo con esta investigación:
• El suicidio constituye la tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 19 años.4
• Entre 1970 y 2007 el porcentaje de suicidios juveniles se incrementó en 275%, y se estima que por cada persona que se suicida, existen 20 que lo intentan.5
• El intento de suicidio ha sido tres veces más alto en mujeres que en hombres.
• Existen dificultades en el acceso para la atención y fácil disponibilidad de medios empleados para suicidarse.

Para hacer frente a este problema desde el ámbito de la política pública, se identificaron distintos retos, entre los que se encuentran: la ausencia de normatividad y protocolos de atención; falta de capacitación en el personal de salud y los efectos de la pandemia Covid-19.
En este sentido, el documento finaliza con algunas recomendaciones dirigidas a las autoridades, tomadores de decisiones y otros sectores relevantes en la promoción, prevención y atención de la salud:
• Impulso de políticas públicas que aborden integralmente las necesidades de salud mental de la población adolescente.
• Diseño de una estrategia nacional integral
que incluya intervenciones universales, selectivas y efectivas.
• Entrenamiento de los profesionales no espe-cializados en salud mental y a la organización comunitaria para promover la búsqueda de atención y la intervención posterior con los supervivientes de intento suicida.

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