¡Mota para todos!

“Mota para todos” libre y sin consecuencias, es pretender la legalización de la mariguana como un placebo para apaciguar las dolencias de la destrucción social y del grave problema de salud pública que representa el consumo de drogas en este país

Noviembre 22 de 2020.- El Senado de la República aprobó el jueves 19 de noviembre, reformas a la Ley General de Salud y al Código Penal Federal para expedir la nueva Ley Federal para la regulación del cannabis, polémica legislación que no satisface a quienes demandan la despenalización de la mariguana como resultado de la ecuación para poner fin a la violencia por causas del narcotráfico.
La nueva legislación es fruto de largas discusiones que han postergado la despenalización. Poco a poco se gana terreno en este campo. A raíz de la tolerancia hecha a través de interpretaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que su uso beneficiara a quienes padecen alguna enfermedad crónica y, protegiendo el “libre desarrollo de la personalidad”, se otorgó el amparo de la justicia para un uso -ahora llamado adulto- de la mítica yerba.
El proyecto de ley de regulación de la cannabis espera ahora su aprobación en Cámara de Diputados y no son pocos los argumentos que podrían regresar a la Cámara de origen el proyecto legislativo. La despenalización total es el principal argumento de los activistas, además de la creación del Instituto Mexicano para la Regulación y Control del Cannabis (IMRCC) como órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud, organismo que expedirá las autorizaciones para quienes se asocien a fin de impulsar el negocio e industria canábica que ahora se pretende presentar como remedio infalible contra la violencia y la crisis económica derivada de la pandemia.
La caja de Pandora fue abierta a finales de julio de 2013 en Sudamérica cuando la Cámara de Representantes del Uruguay aprobó un decreto que reformó la Ley 14-294 por el que el Estado asumió el monopolio para controlar y regular las actividades de importación, producción, adquisición a cualquier título, almacenamiento, comercialización y distribución de mariguana o sus derivados.


Se produjo entonces un efecto dominó. Los malos copistas mexicanos quisieron emular los pasos de los vecinos para poner en la mesa de la “sana democracia” un debate desesperanzador, absurdo y contraproducente. En el campo del Poder Legislativo son numerosos los foros que han sostenido puntos a favor y en contra de la despenalización y comercialización de la mariguana para satisfacer la demanda de una sociedad cada vez más enferma por no tener políticas serias y sólidas para evitar las adicciones que se vienen acentuando desde edades muy tempranas.
“Mota para todos” libre y sin consecuencias, es pretender la legalización de la mariguana como un placebo para apaciguar las dolencias de la destrucción social y del grave problema de salud pública que representa el consumo de drogas en este país; sus principales defensores, políticos de antaño que prometieron cambiar a México, afirman que la legalización bajaría los precios acabando con las millonarias utilidades de los cárteles reduciendo los efectos de la violencia, además de ser una tabla de salvación ante la crisis y depresión económicas que daría recursos por impuestos a un gobierno urgido de dinero; no obstante, la experiencia internacional enseña que los países donde se ha legalizado la mariguana están muy lejos de haber conseguido esos objetivos de mejoría creando sociedades enfermas e inestables pagando altos costos por la manutención, cuidado y protección de los adictos.

En 2012, el Papa Benedicto XVI, durante su visita a México, advirtió de la gran responsabilidad de la Iglesia para desenmascarar el mal, desenmascarar la idolatría del dinero, desenmascarar las falsas promesas, la mentira y la estafa que están detrás de las drogas. Y es precisamente lo que la Iglesia enseña sobre esta apertura y legalización: “¿Es aceptable crear una sub-clase de seres humanos vivos, en un nivel infrahumano, como se ve, por desgracia, en las ciudades donde la droga se vende libremente? (…) La legalización de las drogas conlleva el riesgo de efectos opuestos a los que se buscan. En efecto, se admite fácilmente que lo que es legal es normal y, por tanto, moral. Cuando se legaliza la droga, lo que queda liberalizado no es el producto, lo que se convalida son las razones que llevan a consumir ese producto… Lo que está en juego es el destino de las personas”. (2001, Pontificio Consejo Para la Pastoral de la Salud. Iglesia y adicción a la drogas).

Con información de CCM/Editorial

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