EL ‘PREMIER’ BRITÁNICO MÁS FAMOSO | Winston Churchill, el político que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial

  • Es, sin duda, una de las figuras clave del siglo XX; su larga trayectoria política abarca desde su primera elección como diputado en 1904 hasta su último período como primer ministro en 1951
  • Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1953 será recordado por su oratoria; nació un día como hoy de 1874

El primer ministro más famoso de la historia de Inglaterra ha pasado a la historia como un gran estadista metido en política que cambió el rumbo de Europa, pero más allá de eso fue también un gran bebedor, un fumador empedernido, le encantaba contar chistes verdes y sus enfados eran épicos.

El premier despreciaba las encuestas y en más de una ocasión mintió a la población acerca de las bajas del ejército en la contienda militar. Pero, a pesar de esto, este político británico fallecido el 24 de enero de 1965, sigue siendo para sus compatriotas el líder que logró que los aliados ganaran la Segunda Guerra Mundial, así como un foco de inspiración en los momentos más duros del conflicto.

EL CARÁCTER REBELDE DE CHURCHILL
Nacido el 30 de noviembre de 1874, fue primer ministro del Reino Unido entre 1940 y 194, y entre 1951 y 1955 en un segundo mandato. El premier es una de las figuras históricas a las que más se alude, tanto por parte de historiadores como por parte de políticos, como uno de los artífices de la resistencia británica durante la Segunda Guerra Mundial.

No obstante, la vida del dirigente más relevante de la Gran Bretaña del siglo XX cuenta con aspectos un tanto oscuros que no acostumbran a aparecer en los libros de historia.

Uno de sus mejores amigos, lord Birkenhead, llegó a afirmar sobre Churchill: “Cuando Winston tiene razón, es único. Pero cuando se equivoca… ¡Ay, Dios mío!”.

Al inicio de su mandato, en 1940, muchos de sus conciudadanos veían en Churchill a un sesentón fracasado del que sólo recordaban los errores que había cometido cuando desempeñó cargos de relevancia en el gobierno. Aunque pueda parecer sorprendente, por aquel entonces se le tenía por un personaje ridículo cuya única preocupación era defenderse a sí mismo. Indudablemente, fue un líder contradictorio.

Uno de sus mejores amigos, lord Birkenhead, resume el carácter ambivalente de Churchill: “Cuando Winston tiene razón, es único. Pero cuando se equivoca… ¡Ay, Dios mío!”.

LA NEGATIVA DE INTERVENIR EN ESPAÑA
El odio que Churchill mostró hacia la figura de Adolf Hitler se distinguía del apoyo que en un principio profesó a Benito Mussolini: “De haber sido italiano, no me cabe ninguna duda de que habría estado incondicionalmente a su lado, de principio a fin”, afirmó a la prensa tras entrevistarse con el duce.

De hecho, cuando Mussolini invadió Etiopía, en 1935, Churchill se opuso rotundamente a la aplicación de sanciones internacionales y defendió la necesidad de llegar a un acuerdo.

Tras el estallido en 1936 de la Guerra Civil española, Churchill aplaudió la política de no intervención que el Reino Unido había aplicado bajo el gobierno de Chamberlain, su predecesor.

Mediante una magnífica metáfora sobre el polo norte y el polo sur, Churchill se atrevió a decir públicamente que entre el fascismo y el comunismo no había casi diferencias: “Se encuentran en los extremos opuestos de la Tierra, pero si mañana uno se despertara de pronto, sin previo aviso, en cualquiera de ellos, le sería imposible determinar en cuál de los dos se halla”.

El interés de Churchill por la política internacional era incuestionable. Tras el estallido en 1936 de la Guerra Civil española, las diferentes potencias europeas se posicionaran en uno u otro bando: la Unión Soviética defendió a la República, mientras que el régimen fascista y la Alemania nazi ayudaron al bando nacional. Churchill, por su parte, aplaudió la política de no intervención que el Reino Unido había aplicado bajo el gobierno de Chamberlain, su predecesor.

En palabras del historiador inglés Andrew Roberts: “La antipatía que le inspiraban a Churchill los republicanos españoles se explica en parte por la favorable inclinación personal que le aproximaba a la figura del exiliado rey Alfonso XIII”. Para Churchill, lo que ocurrió en España en 1936 no fue un golpe de estado fascista, sino un alzamiento llevado a cabo por aristócratas, católicos, monárquicos, conservadores y militares.

EL “SUPREMACISMO” BRITÁNICO
Durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill se esforzó mucho para evitar que España se uniera a los nazis, y se aseguró de sobornar a los generales franquistas con abundante oro.

Churchill consideraba que los españoles no debían ayudar a Hitler, ya que de ser así se corría el riesgo de que bloqueasen el estrecho de Gibraltar al paso de la marina británica. Eso dificultaría la llegada de los británicos a Oriente Medio y la consiguiente obtención de petróleo. Franco debía mantenerse fuera de la guerra.

Churchill fue un gran defensor de la superioridad del pueblo británico respecto a los demás pueblos del planeta. Calificó la colonización de la India como: “Una gran obra que Inglaterra está llevando a cabo en la India con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas, pero agradables razas, para su propio bienestar y el nuestro”. Tambien defendió que el sometimiento de las razas estaba “justificado” si se emprendía con ánimo altruista.

Churchill calificó la invasión de la India como: “Una gran obra que Inglaterra está llevando a cabo en la India con su alta misión de regir los destinos de estas primitivas, pero agradables razas, para su propio bienestar y el nuestro”.

En 1944, ante la inminente invasión japonesa de la India, conocida como Operación C o U-Go, que debía tener lugar en el noreste del subcontinente, el Congreso Nacional Indio afirmó que, ante ello, su pueblo sólo podría oponer una “resistencia pasiva”, lo que enfureció al primer ministro británico que llegó a decir: “Detesto a los indios. Son un pueblo bestial adepto a una religión igualmente animalesca”.

Tampoco sentía una gran simpatía por Mahatma Gandhi, a quien tachó de “maligno fanático subversivo”. Churchill, que se definía a si mismo como el adalid de la libertad, confesaba sentir náuseas ante Mahatma Gandhi, sin embargo sí ensalzó el valor de los indios en otras ocasiones, sobre todo cuando lucharon codo con codo con los soldados británicos. Entonces, de estos hombres a los que había criticado con dureza, destacó su “glorioso heroísmo”, siendo indiferente que fueran “hindúes o musulmanes”.

EL LADO DESCONOCIDO DE CHURCHILL
Churchill, como la mayoría de hombres de su época, se posicionó contra el feminismo. Sobre las sufragistas, las cuales llevaban años luchando por el derecho al voto para las mujeres, declaró que las únicas mujeres que podían desear ansiosamente el voto eran las de “naturaleza más indeseable”.

Opinaba que las mujeres casadas y con hijos ya contaban con la “adecuada representación” de sus respectivos maridos. Llegó a decir también que: “Si da usted el voto a las mujeres, se verá en último término obligado a permitir que también ocupen escaños en el parlamento”.

Cabe decir, sin embargo, que desde el final de la Primera Guerra Mundial, después de las labores realizadas por las mujeres británicas sustituyendo a los hombres en sus puestos de trabajo, la visión de Churchill sobre el género femenino cambió drásticamente.

Churchill también posee una faceta científica desconocida para la mayoría. Conocedor de las teorías del astrónomo Edwin Hubble, en 1939 Churchill escribió un ensayo de once páginas, que revisó en los años cincuenta, acerca de la vida extraterrestre. En él decía cosas como ésta: “Con cientos de miles de nebulosas, cada una de las cuales contiene miles de millones de soles, hay enormes probabilidades de que muchas contengan planetas en los que la vida no sea imposible”.

Y añade: “No estoy tan impresionado por el éxito de nuestra civilización como para pensar que seamos el único punto en el inmenso universo que contiene criaturas vivas y pensantes, o que seamos el tipo de desarrollo mental y físico más elevado que haya aparecido jamás en la vasta extensión del espacio y el tiempo”.

Al finalizar la guerra, Winston Churchill continuó siendo uno de los referentes políticos de su país, y en 1953 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

Tal como manifestó la Academia Sueca fue galardonado “por su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por su brillante oratoria, que defiende exaltadamente los valores humanos”.

Su reacción fue la de llamar inmediatamente a Anthony Eden, futuro primer ministro británico, a quien espetó lo siguiente: “Pensé que te gustaría saber que acaban de concederme el Premio Nobel… Pero no te preocupes, amigo mío, es el de Literatura, no el de la Paz”, ironizó.

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