La mascota oficial de los Juegos olímpicos

La mascota oficial de los Juegos Olímpicos de París 2024 se basa en los pequeños sombreros frigios, ello me recuerda a los sombreros de los Pitufos, caricatura animada de Hanna-Barbera, producida entre 1981 y 1990. El Phryge olímpico está incluso engalanado en tono azul, blanco y rojo, que son los colores de la famosa bandera tricolor de Francia con el logotipo dorado de París, los juegos se celebrarán en Francia del 26 al 11 de agosto y competirán en estos unos 10,500 atletas en total.
Al reflexionar sobre la mascota oficial, los Phryges me imagino a los Pitufos cuya historieta cuenta la historia de un pueblo imaginario de pequeñas criaturas azules que viven en un pueblo de hongos en medio del bosque. Los personajes hacen alusión a los siete pecados capitales; Gruñón representa la ira, Perezoso a la pereza, Pitufina es una chica linda, supongo que era la lujuria, el Goloso que se la pasaba comiendo todo el tiempo y por ello no atendía sus deberes es la gula, Vanidoso es la soberbia y el que más me encantaba por su porte y razón era el Filósofo, quien representaba la envidia. Cualquier parecido con la realidad es solo coincidencia, mientras que, finalmente, Gargamel, a quien siempre le decíamos mis hijos y yo “Cascarrabias”, antagonista y villano principal de la clásica serie que no puede faltar incluso en la vida diaria, representaba la avaricia.


Las siete pasiones más arraigadas en el ser humano son la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. ¿Un error puede ser causa de otro error? Este es el tema en cuestión, ciertamente, desde el punto de vista moral y psicológico, un pecado puede ser causa de otro pecado y cualquier acto humano puede ser causa de otro acto humano. Un pecado puede ser causa de otro de forma directa, indirecta, por materia y por causa final.
Como causa directa se manifiesta en aquel que es semejante al mismo, la lujuria engendra nueva lujuria, de la ira nace nueva ira, etc. Un acto reiterado produce una “huella” en el alma que la predispone a volver a obrar de modo parecido. Como casualidad indirecta, al perder la gracia al pecar o cometer el error, el alma no puede impedir que el hombre cometa nuevos pecados; ha perdido la gracia o cualquier otra virtud. Es ahí cuando se dice “no tiene vergüenza, sigue haciendo lo mismo y va empeorando”.
Como causa material, un acto mal sano potencia otro pecado; la gula ofrece la materia de la lujuria y la avaricia, lo cual conlleva a la riña o al exceso, esto quiere decir que se da pie a otros pecados, y como causa final un pecado es causa de otro, un pecado llama a otro, como cuando alguien está envuelto en ira y golpea a otra persona por venganza. Debemos tener cuidado de no dejar desencadenar ni siquiera la lengua para no caer en la serie de pecados. Los vicios capitales se aplican metafóricamente en todo lo que es principio de algo, recordemos en ello la serie “Los Pitufos”.

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