La hibris o el pecado de la soberbia

De acuerdo con su etimología griega, el concepto de hibris o hybris puede traducirse como “arrogancia, altanería, insolencia, soberbia, ultraje, desenfreno o desmesura”.
La hibris se refiere, en el Derecho griego, a la violencia ebria de los poderosos hacia los débiles, aludiendo a que se trata de un concepto opuesto a la sobriedad y moderación, relacionado con el ego desmedido.
Es una conducta con rasgos marcadamente narcisistas que podría definirse en base a cuatro valores o actitudes: 1) Exceso de confianza en uno mismo. 2) Impaciencia. 3) Falta de atención a los detalles. 4) Creerse infalible.
Para la mitología griega, el término hace referencia menos a un impulso irracional y desequilibrado, que a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales.
Habría que recordar que la religión griega ignoraba el concepto de pecado, tal como lo concibe el cristianismo, por lo que la hibris se consideraba la principal falta, pues trasgredía el concepto de moira, definido como ‘destino’, ‘parte’, ‘lote’ o ‘porción’.
Es decir, para los griegos, el destino es el lote, la parte de felicidad o desgracia, de fortuna o infortunio, de vida o muerte, que corresponde a cada uno en función de su posición social y de su relación con los dioses y los hombres.
Desde esa perspectiva, quien comete hibris es culpable de querer más que la parte que le fue asignada en la división del destino. La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida que el destino asigna y en ese sentido, el castigo a la hibris es la némesis, que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó.


Herodoto lo explica claramente: “Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición; en cambio, los pequeños no despiertan sus iras. Puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía”.
Traducido a nuestros días y desde una perspectiva política, en el 2008 el doctor David Owen, neurólogo y miembro de la cámara de los lores, acuñó el término “síndrome de hybris” para describir a los mandatarios que muestran una tendencia a la omnipotencia y que son impermeables a la crítica.
De acuerdo con el galeno inglés, la hibris puede provocar la toma de decisiones erróneas, basadas en ideas preconcebidas y una pérdida de la perspectiva de la realidad, de forma que ejerzamos la autoridad sin supervisión y sin control.
Por algo en la poesía y la mitología griega, el término fue aplicado a aquellos individuos que se consideran iguales o superiores a los dioses por lo que la hibris era considerada la hamartia (‘error funesto’) de los personajes de las tragedias.
La mitología dice que Prometeo fue castigado con la hibris por transgredir las leyes impuestas por los dioses al hacer partícipes del conocimiento del fuego a los humanos. Aristóteles en su “Retórica” dijo que el placer que se busca con este acto es “mostrar nuestra superioridad sobre los demás”.
Frente a la hibris los griegos oponen la Némesis, diosa griega de la justicia, el equilibrio y la mesura y la “areté”, término griego que indica la excelencia o la virtud.
De hecho, en la literatura homérica, este último es un vocablo que tiene un carácter militar, es el más alto sentido del deber y del honor, el más elevado ideal caballeresco. Originalmente, la areté era un don divino, que se adquiría por herencia y que no podía ser enseñado ni adquirido; sin embargo, los sofistas lo transformaron y ampliaron para convertirlo en la excelencia a la que se puede llegar por la enseñanza, con lo que – como la educación de los tiempos modernos – dejó de ser un patrimonio de la aristocracia, para convertirlo en propiedad de la democracia.
A manera de corolario, vale la pena recordar el antiguo proverbio griego según el cual: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.

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