La juventud católica en tiempos de crisis

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En un contexto de celebración espiritual, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) celebró el Día de la Juventud este domingo 17 de agosto. A través de un mensaje dirigido a los jóvenes, con un tono cargado de esperanza y gratitud, los obispos reconocen a la juventud mexicana como “parte viva de nuestra Iglesia»”.
Citando al Papa León XIV durante el Jubileo de los Jóvenes en Roma, el mensaje enfatiza la fe, la amistad verdadera frente al ruido del mundo digital, la santidad y la capacidad de los jóvenes para transformar el mundo mediante el amor cristiano. Invoca a no dejarse robar los sueños y a caminar con Jesús, culminando con una invocación a la Virgen de Guadalupe. Un llamado motivador que busca infundir luz en medio de la oscuridad.
Sin embargo, este mensaje contrasta con la realidad lacerante de una juventud que lucha por sobrevivir. En México, miles de jóvenes son arrastrados por corrientes de violencia, explotación y manipulación política. Los homicidios son la principal causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años, según reveló recientemente el INEGI, acumulando cifras que reflejan el fracaso absoluto en materia de seguridad durante los últimos años. La violencia no es un abstracto conflicto social, es una maquinaria letal impulsada por el crimen organizado que recluta a menores cada vez más jóvenes –desde los 9 a 11 años– mediante promesas de pertenencia, dinero rápido y poder efímero.
Estudios estiman que entre 145 mil y 250 mil niños, niñas y adolescentes están en riesgo inminente de ser incorporados a grupos delictivos, donde sirven como carne de cañón en guerras por territorio y rutas de narcotráfico. Al menos 35 mil menores ya forman parte activa de estas estructuras criminales, atraídos por redes sociales que los carteles utilizan como herramienta de seducción, ofreciendo «oportunidades» que el Estado y la sociedad han fallado en proporcionar. En regiones como Guerrero, Michoacán o Sinaloa, los jóvenes no eligen «caminar con Cristo», son forzados a empuñar armas o traficar drogas para sobrevivir a la pobreza extrema y la ausencia de alternativas educativas o laborales.
Pero la explotación no termina en los cárteles, se extiende al ámbito político donde los jóvenes son manipulados como peones en un tablero de clientelismo. Programas sociales como Jóvenes Construyendo el Futuro, implementados por el gobierno federal, han sido criticados por fomentar dependencia en lugar de autonomía. Auditorías revelan anomalías en el 55% de los apoyos entregados, con recursos públicos desviados hacia empresas privadas que usan a los beneficiarios como mano de obra barata, sin prestaciones ni estabilidad laboral. Estos esquemas, disfrazados de «ayuda», se convierten en herramientas de control electoral: votos a cambio de becas o subsidios, perpetuando un ciclo de pobreza y sumisión que beneficia a partidos políticos más que a los receptores. En un país donde el 22% de los jóvenes son «ninis» (ni estudian ni trabajan), superando los 7.5 millones, estos programas no resuelven las causas estructurales –como la obsolescencia de las carreras educativas o la falta de empleos dignos–, sino que las agravan, convirtiendo a la juventud en un electorado cautivo.
El Papa León XIV, citado en el mensaje, habla de un «mundo distinto posible», pero ese mundo se construye con oraciones y también las confrontaciones de las injusticias con la misma valentía que Jesús mostró ante los mercaderes del templo y para eso requieren de líderes sociales, sacerdotes y obispos, capaces de anunciar y denunciar.
En este Día de la Juventud 2025, la Iglesia mexicana convoca a un protagonismo de los millones de creyentes que, desde la juventud, pueden ser actores de la historia; sin embargo, merecen más que palabras; la juventud católica vive en tiempos de crisis y exige acciones que le devuelva la dignidad robada y otorgar garantías de futuro con certidumbre y plenitud.