A la fecha, la educación laica es aún de los pilares en el sistema educativo nacional… pero nadie podía imaginar que rituales paganos que pudieran llegar hasta el lugar donde son formados las generaciones más jóvenes.
Según se reportó en diferentes medios del Estado de Veracruz, padres y madres de familia, con justa indignación, exigieron la remoción de un un director de una escuela primaria en Xalapa, a quien se le señaló de efectuar rituales satánicos y de brujería santera en los salones de clases, involucrando presuntamente a niños y niñas en esas prácticas.
El caso de la escuela primaria Vicente Guerrero fue emblemático cuando los padres y madres de familia se negaron a enviar a sus hijos a clases desde el 1 de septiembre. No sólo sacó a la luz pública un escándalo local, la afrenta directa al principio de laicidad reveló lo que nunca se habría pensado cuando un profesor fue captado usando a sus estudiantes de forma escalofriante que revela cómo la ausencia de controles efectivos hacen que la manipulación ideológica y espiritual invada los espacios destinados al aprendizaje laico, racional y científico.

La educación, al menos en el papel, busca formar ciudadanos libres de prácticas pseudoreligiosas fomentando el pensamiento crítico y el respeto a la diversidad. Sin embargo, las acusaciones contra este director —quien, según los padres, tiene antecedentes similares en instituciones de Catemaco (2022) y Perote (2024), involucrando santería, vudú y rituales paganos— representan una vulneración flagrante a este ideal.
Menores expuestos a ceremonias ocultas, posiblemente coercitivas, en un entorno que debería ser seguro y neutral, distorsiona la misión educativa e impone creencias irracionales violando su derecho a una formación libre de influencias paganas, sectarias, absurdas y hasta criminales; sin embargo, esto ha cobrado en la sociedad una aparente normalización, lo último y quizá más escandaloso en una violación flagrante a los principios constitucionales de la laicidad cuando, el mismo 1 de septiembre, en la asunción al poder de los ministros del acordeón, fueron pasados por un ritual muy reprobable que pretendió ofrecer su trabajo en la Suprema Corte de Justicia a la deidad pagana indigenista conocida como Quetzalcóatl.
Como tales, estos y otros casos están siendo normalizados y el escándalo de la primaria veracruzana radica en los riesgos inherentes a la manipulación de los niños. Los infantes son particularmente vulnerables a la sugestión y al abuso de poder por parte de figuras de autoridad como un director escolar. Si las denuncias son ciertas —y los padres afirman tener pruebas que involucran a alumnos y hasta maestros—, estamos ante un escenario donde los planteles escolares se convierten en el teatro de burdos y obscenos rituales que podrían rayar en el abuso psicológico o incluso físico. La exposición a elementos satánicos o paganos no solo podría generar miedos irracionales o trastornos emocionales, sino que también abre la puerta a dinámicas de control y sumisión que nada tienen que ver con el desarrollo integral. Esto no es mera superstición folclórica ni “creencias de pueblos originarios”, es un peligro real para la integridad de los menores, que merecen protección para no ser peones de supuestas prácticas esotéricas.

Y hay responsabilidad hacia los superiores de este director manipulador. Las acusaciones no son antiguas: los incidentes en Perote datan de apenas 2024, y en Catemaco de 2022. ¿Acaso hay influencias ocultas que protegen a este individuo? La ausencia de mecanismos de control rigurosos, como evaluaciones psicológicas periódicas para directivos o protocolos claros para investigar denuncias de este tipo, evidencia un vacío de autoridad que pone en jaque la credibilidad del sistema educativo estatal. En un país donde la corrupción y la impunidad son endémicas, esta pasividad no solo perpetúa el problema, sino que envía un mensaje peligroso: que las aulas pueden ser escenarios para cualquier agenda personal que mete al diablo y rituales pseudorreligiosos que especialistas han catalogado como dañinas y destructivas.
La educación laica no es un lujo, sino un derecho inalienable que protege a los niños de la manipulación y fomenta una sociedad basada en la razón. Y es una llamada de atención que pretende meter ideologias extrañas y creencias paganas propias de ideologías de izquierda que se proyectan creyendo burlar la ley sin consecuencia alguna, pero hay límites: Con los niños y niñas, no.