A favor del ser humano

La interpretación rigorista de la ley y las provocaciones de los grupos religiosos extremistas no frenan la misericordia de Jesús delante del dolor y de las necesidades de las personas. Él siente compasión y se llena del Espíritu para hacer el bien y defender la obra de Dios a fin de sanar y perdonar a esas personas, delante de los que cuestionan todo lo que hace y andan buscando motivos para acusarlo de incumplir los preceptos de la ley.
Jesús quiere demostrarles con obras de amor y compasión, más que con disputas intelectuales, que la persona está por encima de la ley y que ningún tipo de ley puede prohibir hacer el bien y socorrer al necesitado, sobre todo cuando es apremiante sanar y liberar a una persona que no puede seguir postrada en su dolor, que no aguanta un día más de sufrimiento y soledad.
En efecto, “el hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí misma” (GS, 24). En el relato de la creación vemos que Dios crea todo y lo pone al servicio del hombre (Gn 1, 26-30). Por eso, no puede ser instrumentalizado para ningún fin. Las normas, los planes, las tareas, todo, absolutamente todo, debe estar al servicio del hombre, y no al revés.
Dios ha creado todo para el ser humano y por eso corona esta obra con la creación del hombre y la mujer. De ahí que las leyes tendrían que hacernos más humanos, más hermanos y más atentos para responder a las necesidades de los demás, pues en el amor a los más necesitados se confirma la sinceridad de nuestro amor a Dios.
En el relato del libro del Génesis, que nos presenta la primera lectura, cobra importancia el sábado como día en que Dios descansó para que el hombre, haciendo una pausa en sus trabajos, no deje de agradecer y contemplar las maravillas de Dios, que lo hagan espléndido y solícito en el trato con los demás, así como Dios lo realiza todo para la felicidad del ser humano.
Dios no necesita de nuestro descanso o de nuestra adoración. Lo necesitamos nosotros, para que no se ahogue nuestra fe y nuestra condición de hijos de Dios en el materialismo cotidiano de la vida, así como en las prisas y el activismo que nos hacen perder de vista la necesidad de ser agradecidos con Dios y bondadosos con nuestros semejantes.
En el caso que nos presenta el evangelio de hoy, Jesús defiende y actúa en favor del hombre de la mano tullida. Los fariseos, en cambio, defienden una manera radical de interpretar el precepto del descanso sabático, en la que adolecen de una mirada contemplativa y de un verdadero descanso que significa estar en paz con Dios, con la creación y con los hermanos.


Todo lo que el Señor creó lo pensó en relación al hombre. De ahí que el Salmo 8 muestre su admiración al constatar la grandeza del ser humano en el designio de Dios. En cambio, a los fariseos les interesaba sólo el sábado, no hacer el bien a los demás, ni salvar a una persona. Al que es legalista solo le interesa hacer cumplir las leyes, pero no mira a la persona ni se compadece de las situaciones angustiantes que pueda estar pasando. De ahí que estos grupos religiosos se muestren intransigentes e indiferentes hacia el enfermo y necesitado, porque tienen el corazón endurecido.
Por su parte, a Jesús le importa el bien del hombre, de todo hombre. Se compadece de los enfermos, de los pecadores y de los necesitados, pero también siente dolor por la cerrazón de los fariseos y su negativa para hacer el bien en circunstancias urgentes, ya que no se dejan permear por la gracia de Dios.
Por eso proclama la verdad y actúa en consecuencia, aunque esto le genere animadversión delante de estos grupos que comienzan a planear la manera de matarlo. Jesús explica sus razones, pero no se empeña en convencer, pues al que está cerrado a la verdad de nada le sirven los argumentos más claros y contundentes.
No deja de sorprender un contraste bien marcado en el evangelio, pues mientras Jesús, aún en día de sábado, sana y da la vida, los fariseos planean quitársela y comienzan a confabular para llegar a matarlo.
Por supuesto que para nosotros los cristianos el sentido que le da Jesús al precepto del sábado se aplica al domingo, día del Señor, que es nuestro día de descanso y de alabanza a Dios, así como de encuentro con los hermanos y con la familia.
Al volver sobre la vida de Nuestro Señor Jesucristo quedamos fascinados por su manera de conducirse. Así es el corazón de Nuestro Salvador, que será celebrado el próximo viernes. Un corazón que destila bondad, amabilidad, ternura y misericordia, pero que también tiene el carácter y la fortaleza de acercarse a los necesitados y defender la obra de Dios.
Frente al rigorismo, el relativismo y la indiferencia de nuestra sociedad que sigue abandonando a su suerte a los que más sufren, así como a los indefensos y necesitados, aparecen -en el calendario litúrgico de la Iglesialas festividades de los Sagrados Corazones de Jesús y del Inmaculado corazón de María, el próximo viernes y sábado respectivamente.
No dejemos de acudir a ellos para superar la dureza de corazón y para regresar a lo más esencial de nuestra fe que es el amor y el bien a nuestro prójimo, especialmente al más necesitado. Y que sigamos viviendo las implicaciones de nuestra Consagración al Sagrado Corazón de Jesús para que seamos factores de unidad y reconciliación en estos momentos que vive nuestro país.

*Arzobispo de Xalapa

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